Medio siglo

Adolfo Ibáñez S.M. | Sección: Historia, Política, Sociedad

Se cumple medio siglo de hechos que desataron la violencia en nuestro país: la reforma agraria, la toma de la Universidad Católica y la creación de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS). Las dos primeras sembraron de odio a las universidades y los campos chilenos, y la tercera pretendió vincular los movimientos terroristas del continente para coordinar la lucha armada contra la democracia.

Bajo el pretexto ideológico de reformar las universidades y la agricultura, basándose en diagnósticos vagos y equívocos, y sin asidero en la realidad de las cosas, se afirmaba que en esos asuntos estaba todo mal y que había que cambiarlo todo. El camino fue la violencia como forma expedita para alcanzar sus metas. Su falta de soluciones claras y factibles, unida a la incompetencia de los conductores para enrielar estos procesos, levantó una creciente ola de reacciones. En paralelo, proliferaban los grupos terroristas en todo el continente, lo que llevó a la Cuba revolucionaria a reunirlos mediante la OLAS para armarlos y entrenarlos en la lucha en que se habían empeñado.

El resultado fue que esta violencia, junto a muchas otras medidas que apuntaban al mismo fin, debilitó fuertemente el marco institucional junto con desatar una crisis social y económica. Con la Unidad Popular, ese deterioro y esa crisis se expandieron y agudizaron hasta el extremo de involucrar al país en su totalidad, esterilizando toda posible convivencia dentro de los marcos institucionales, puesto que el primer objetivo revolucionario era destruir la legalidad, motejada entonces de burguesa. Así las cosas, no quedó más salida que la acción directa; es decir, las tomas, las manifestaciones y los paros, hasta llegar finalmente al pronunciamiento militar.

Aquellos que celebran estos hechos muestran que están envejecidos en ese pasado funesto y no aceptan que el país avance sobre patines por su propio esfuerzo. En su intimidad continúan acogiendo el camino de la fuerza y la violencia. Pretenden engañar (posverdad) tratando de hacer creíble y dar realidad a aquel fracaso mediante el palabrerío que es solo un vacío enorme frente al presente y la historia. Este cincuentenario llama a la meditación y sinceramiento frente a aquellos luctuosos acontecimientos y frente a nuestro empantanado presente. La institucionalidad, como marco para la disciplina y el encuentro en lo personal y lo colectivo, permite el desarrollo de las personas y su bienestar material.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio de Santiago.