La violencia como arma política: en Chile sus orígenes hace 50 años

Gonzalo Ibáñez S.M. | Sección: Historia, Política, Sociedad

Se ha hecho común en nuestros países de Latinoamérica ver y oír a los líderes de los partidos de izquierda –incluso los más radicales– cómo condenan la violencia de los gobiernos militares, en especial del que tuvimos en Chile entre 1973 y 1990. Es cierto que hubo violencia en ese período y que no pocas veces fue empleada de manera injusta y excesiva. Pero, lo que esos dirigentes callan es la verdad acerca de cómo sus mismos partidos y movimientos fueron los máximos responsables de que la violencia se organizara, primero, y se desatara, después, como un instrumento privilegiado de lucha política.

El detonante fue el triunfo de la revolución marxista de Fidel Castro en Cuba (1959). De ahí en adelante, todos estos partidos y movimientos a lo largo y ancho de nuestro continente se sintieron autorizados y, aun, obligados a proclamar a la violencia armada como el gran instrumento para hacer realidad sus utopías y sus delirios ideológicos, todos por cierto disfrazados del pretexto de la liberación de los “pobres y oprimidos” pero, en verdad, para incautarse ellos de todo el poder y emplearlo a su amaño. El año 1967 –cincuenta años atrás– fue decisivo en esta estrategia. Hace unos días se conmemoró ese aniversario de la Reforma Agraria, modelo de violencia institucionalizada; y, en pocos días más conmemoraremos los 50 años de la toma de la Universidad Católica, acto de brutal violencia incentivada y protegida por el gobierno de Frei Montalva (DC).

En ese ambiente sucedió un hecho decisivo. En el mismo mes de agosto de 1967 se formó en Cuba una entidad denominada Organización de Solidaridad Latinoamericana (OLAS) destinada a prestar todo el apoyo que necesitaran y requirieran los movimientos violentistas da cada país. Su primer presidente, nuestro conocido Salvador Allende.

Aquí van algunas de las conclusiones a las que entonces se llegó:

– Que los principios del marxismo leninismo orientan la acción revolucionaria en el continente.

– Que la lucha revolucionaria armada constituye la línea fundamental de la Revolución en América Latina.

– Que todas las demás formas de lucha deben servir y no retrasar el desarrollo de la línea fundamental que es la lucha armada.

-Que para la mayoría de los países del continente el problema de organizar, iniciar, desarrollar y culminar la lucha armada constituye hoy la tarea inmediata y fundamental del movimiento revolucionario. (Declaración de La Habana, agosto 1967).

No fue de extrañar entonces, que nuestros países entraran en un espiral de lucha política marcada en cada etapa por un creciente uso de la violencia por parte de los grupos autodenominados “revolucionarios”. El climax de esa situación lo constituyó en Chile el triunfo de Salvador Allende en 1970, momento en el cual esa violencia pasó a constituir el arma decisiva para consolidar el régimen marxista.

Nadie puede extrañarse, entonces, que en esas circunstancias el país haya mirado a sus FF.AA. y de Orden buscando en ellas el último recurso para continuar siendo un país que, de tal, mereciera al menos el nombre. Para toda esta realidad, no hay en Chile museo alguno que la recuerde. Pero, aun así, conviene no olvidarla.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Muro, www.elmuro.cl