En agradecimiento al cardenal Medina

Roberto Sandoval Santana | Sección: Política, Religión, Sociedad, Vida

El Cardenal Jorge Medina Estévez ha tenido la valentía de emplear públicamente su autoridad para señalar que aquellos legisladores que apoyan la legalización del aborto se hacen cómplices de tal atrocidad y no deben recibir el voto de ningún cristiano, a menos que, con anterioridad a las elecciones, hayan manifestado públicamente su arrepentimiento. Sumado a esto recordó que esas personas, si dicen ser católicas, puesto que han cometido públicamente un grave pecado, no están en condiciones de recibir los sacramentos de la Iglesia, a menos que se hayan arrepentido. Y si, diciéndose católicas, fallecen sin antes haber dado claras muestras de arrepentimiento, el cual es condición necesaria e indispensable para su salvación eterna, no es coherente que se solicite para sus restos mortales, ni se les conceda, un funeral público según los ritos de la Iglesia Católica. Declaraciones que a muchos parecerán duras en nuestra época de sentimentalismo exacerbado, pero que son de sentido común para aquel que haya recibido un mínimo de educación verdaderamente católica.

Sin embargo, el más duro rechazo a esta declaración provino de los RR.PP. Percival Cowley SS.CC. y Felipe Berríos SJ. El primero plantea al Cardenal Medina cinco preguntas, las cuales también son representativas de los dichos del P. Berrios a través de Radio Cooperativa.

La primera de estas preguntas se refiere a si hubo algún cardenal galo que, en su momento y públicamente, condenara al Primer Ministro francés, y católico, por aprobar la ley de aborto. Supondremos para efectos de este artículo que no los hubo en absoluto, lo cual sería de lamentar. En cuyo caso lo único que podría decirse es que esos cardenales, esos hombres de Iglesia, no cumplieron con su deber. Fueron, según las palabras del Evangelio, perros mudos, falsos pastores, lobos disfrazados de ovejas. Por el contrario el Cardenal Medina, actuando como verdadero pastor, a viva voz pone las cosas en su lugar. Si no lo hiciera no se justificaría la existencia de una jerarquía en la Iglesia.

Es necesario y justo que los católicos sepamos que legisladores que se pretenden católicos no votaron de acuerdo con lo enseñado por la Iglesia. ¿No es acaso lógico que una autoridad eclesiástica se dirija a un político que se dice católico? Tengamos en cuenta además que la vida política se desarrolla en gran medida a través de los medios de comunicación y que, en la práctica, aquello que no se publica en los medios, no existe. Los actores políticos están conscientes de ello y los ciudadanos comunes nos informamos de sus opiniones a través de los medios.

Las dos preguntas siguientes se refieren al tema de la conciencia individual. Podemos pensar que los políticos católicos que votaron a favor de la ley  lo hacían “en conciencia”, pero esto nada significa ya que la conciencia puede estar deformada.  Si se dicen católicos, deberíamos poder esperar que su conciencia estuviese formada por la doctrina católica, la cual, por otra parte, no es subjetiva. De todos modos no viene al caso ya que el Cardenal Medina no ha juzgado el fuero interno de los políticos, cosa que por lo demás la Iglesia no puede hacer, sino un hecho objetivo, público y reconocido por los involucrados. Ellos votaron a favor de una ley que va contra la doctrina católica en materia grave, luego, deben atenerse a las consecuencias.

La siguiente pregunta se refiere al pasado reciente: “¿Qué hizo y qué dijo el señor cardenal en Chile cuando se violaban sistemáticamente los DD.HH.?” No nos hacemos cargo de la exactitud de las aseveraciones de carácter histórico que se hacen en la pregunta, pero queremos destacar la contradicción que entraña. En efecto, el P. Cowley debería poder explicar cómo es compatible reprochar al Cardenal el no levantar la voz para defender la vida de un adversario político al tiempo que se le exige guardar silencio cuando se trata de defender la de un inocente niño en el vientre de su madre.

La última pregunta aborda el tema de los problemas sociales, pero despidiendo un nauseabundo olor a lucha de clases. “¿No deberíamos, al menos los católicos (y más aún en este mes de la solidaridad), preguntarnos acerca del ‘aborto social’; es decir, aquel provocado por los ingresos injustos, provenientes de empresarios injustos, que impiden las familias numerosas?

Veamos algo de agua en el vaso… El P. Cowley hace referencia a las familias numerosas, y lo felicitamos, pues en nuestra época son pocos los que salen en su defensa, sin hablar de aquellos que las tratan de irresponsables o de cosas peores. Y sí, es difícil mantener y educar a la prole. Pero no todo es culpa del mal empresario. Una enorme parte de culpa tiene el estado y las leyes que fomenta. Sin ir más lejos, el I.V.A del 19% aplicado a cada transacción comercial, incluyendo el kilo diario de pan o el litro de leche, o la falta de subsidios asociados al número de hijos, sin hablar de la pésima “educación” estatal, del socavamiento de la patria potestad, del afán con que se procura alejar a la mujer de su hogar para integrarla a la fuerza laboral, etc.

Agradecemos al Cardenal Medina su valentía en decir lo que otros callan: que no basta llamarse católico, hay que vivir como tal. Para todos es difícil, más aún cuando hemos aceptado que la acción política tenga validez sólo en el marco de las mayorías y minorías formadas a su vez por un amplio aparataje publicitario que apela al sentimiento, al caso particular y al slogan que cause el mayor efecto. En ese contexto perdemos de vista que hay un Dios creador, una naturaleza creada y una ley que la rige. Uno de los artículos de esa ley dice “No matarás” y su incumplimiento atenta no sólo contra esta vida terrenal, sino sobre todo contra la que realmente importa: la vida eterna.