Son los niños, estúpidos

Sergio Urzúa | Sección: Familia, Política, Sociedad

En 2014, el Sename atendió a 160.918 menores; 160 murieron. Con esto, la tasa de mortalidad en el servicio se acercó a la increíble cifra de un muerto por 1.000 “atendidos”. Si no levanta ceja ante el número, considere este otro: la tasa de mortalidad por accidentes del trabajo en la actividad económica más riesgosa en Chile es de 0,184 muertes por 1.000 trabajadores (2012-2016) (Suseso). El riesgo de fatalidad en el servicio público cuya misión institucional es “contribuir a la promoción, protección y restitución de derechos de niños, niñas y adolescentes vulnerados/as” es 5,4 veces mayor. Escandaloso.

En una sociedad desarrollada, el reconocimiento de tan brutal falla del Estado hubiese gatillado un ruedo de cabezas entre los responsables. Pero Chile se esfuerza para no alcanzar tal condición y las justificaciones de las autoridades ante los hechos lo ilustran. “Los problemas del Sename se arrastran hace años” (¿ese lugar común debe dejarnos tranquilos?). “Todos somos responsables” (un líder nunca le quita el pecho a las balas). Y la guinda de la torta: “¿Qué sacamos hoy día determinando esas responsabilidades?” (¿tendremos que encontrar un centro con el lema “el trabajo libera” colgando de la entrada para escandalizarnos?).

Pero más allá de la perplejidad que generan los dichos, hay que notar que todos son síntomas de una plaga a erradicar: la constante evasión de responsabilidades por parte de las autoridades; a estas alturas, un problema país. De hecho, el cuestionado rechazo en la Cámara de Diputados del Informe de la Comisión Sename II es ejemplo de la misma lacra. No importó el dramático diagnóstico (incluyendo 1.313 muertos), ni las propuestas. No, para el Gobierno el texto no era aceptable. La referencia a una “negligencia inexcusable” (p. 407-408) significó, en palabras del diputado Ramón Farías (PPD), un “lobby asqueroso” que sentenció su rechazo.

Difícil imaginar una acción política que mejor ilustre por qué Chile está enlodado en el subdesarrollo. La evasiva institucional ante la negligencia del Estado refleja un liderazgo analfabeto. Es que la identificación de responsables es un fuerte incentivo, no solo para evitar que los errores se repitan, sino también para la construcción social de carácter, una clave del progreso.

Sin embargo, en la ignorancia se aloja la esperanza. El error político de dejar el drama del Sename sin responsables solo se sustenta sobre el ingenuo supuesto de que la población no reconoce la gravedad de lo ocurrido. Craso error. Seamos claros. Estamos hablando de abusos sistemáticos de los derechos humanos de niños y jóvenes que están bajo la tutela del Estado. “Se tomaron medidas”, “hay proyectos en el Congreso haciéndose cargo”. La gente juzgará. Uno puede escapar por un rato de sus responsabilidades, pero no esconderse para siempre.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio de Santiago.