Primarias: otra mirada

Alvaro Pezoa B. | Sección: Política

Recién concluidas las elecciones primarias, comenzaron las especulaciones respecto a lo que puede ocurrir en las presidenciales. Y como el número de votantes excedió las expectativas, ha quedado una sensación de éxito respecto a la participación ciudadana y, en particular, al apoyo recibido por la coalición de derecha. Con todo, el total de sufragios escrutados apenas supera el 13% del padrón de votantes. Hay más de 86% de potenciales electores que no concurrieron a las urnas. Incluso efectuando una estimación de un 10% adicional de votación si hubiese habido también una primaria de la Nueva Mayoría, todavía podría ser contabilizado 76% de abstención. Este análisis pone en evidencia dos hechos. Primero, que tres de cada cuatro personas con derecho a sufragar no mostrarían interés en manifestar su voluntad electoral. Segundo, que no obstante las cuentas alegres que sacan algunos, quién será el próximo Presidente de la República no está aún definido.

¿Qué factores podrían ser determinantes para lograr quebrar la tendencia de desapego a la política y aunar multitudes tras un candidato? La desvinculación generalizada con la política y sus principales actores es un síntoma preocupante, pues implícitamente implica una desafección por el bien común de la sociedad. Vale pues la pena intentar entender qué puede estar gatillándola. Una primera posible causa explicativa dice relación con la poca presencia en la escena pública de auténticos liderazgos, fundamentados en sabiduría gubernativa. La verdadera autoridad política es aquella que propone fines perfectivos para la sociedad, partiendo del reconocimiento de su historia, tradición e identidad y previendo las transformaciones que ella requiere para mejorar y fortalecerse. Junto con la identificación de aquellos fines, el líder político ha de ser capaz de detectar los medios legítimos y adecuados para alcanzarlos. Y, en este proceso, debe escuchar seriamente y encauzar el verdadero (no ideológico) “clamor popular”. El liderazgo político, por lo tanto, no se puede reducir a hacer reverencias a encuestas de opinión, ni a seguir a “la calle”, o a plegarse a cualquier movimiento social que parezca “políticamente correcto”, acapare rating o se encuentre de moda.

Otra razón se puede hallar en un fenómeno que ha ido in crescendo en el espacio público chileno: la bandería alicorta y la pequeñez. Priman en demasía el interés personal, de facción o partidista. También la tendencia a darse “gustitos” y el recurso de palabras ponzoñosas, groseras e imprudentes. En suma, se observa poca altura de miras y escasa virtud operativa. Este año de elecciones ha estado, desafortunadamente, plagado de sucesos de esa índole.

En su dimensión de fondo, los destinos de la patria requieren de más visión de Estado, de defensa de ideas, principios y proyectos, de miradas de largo plazo e integrales, de más alto aprecio por la unidad y la búsqueda de soluciones plausibles a los problemas más apremiantes para los ciudadanos. Y en la forma se precisa de un diálogo más racional, humilde y educado, entender que enfrente hay adversarios y no enemigos, de un mejor equilibrio entre argumentos y recursos emotivo sentimentales, de más generosidad y espíritu de servicio. Se necesita que haya candidatos confiables, íntegros, preparados y poseedores de una fidedigna vocación de servicio público. Chile sabrá reconocer si hay –para noviembre– quien encarne estas cualidades.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Tercera.