Más regiones = Más centralismo

Guillermo Pérez Ciudad | Sección: Política

Cada vez se hace más probable que se cree la nueva región de Ñuble. Y así como una ola que se lleva todo a su paso, también irá tomando fuerza la idea de formar más regiones, como está pasando hoy en Valparaíso con la creación de la región de Aconcagua. La pregunta de fondo es, ¿sirve de algo? Creo que no, especialmente si consideramos que  el objeto de crear regiones vendría siendo el de acabar con el centralismo.

Esto se enmarca en la peligrosa lógica de que dividiendo, estamos descentralizando, lógica que hay que mirar con cautela, porque está siendo tomada en cuenta por los habitantes de las regiones como una solución a sus propios problemas. Es decir, como una lucha más bien política, cuando debería incluir también algunos elementos técnicos que apunten a mejorar las estructuras en orden a generar un mayor desarrollo regional.

Por otro lado, resulta ilusorio suponer que el actual proceso de  descentralización no va a significar conflictos con el Gobierno central, cuya solución dependerá del poder de negociación que exista en los gobernadores regionales electos. Por lo mismo, mayor cantidad de votos implica mayor poder de negociación, y eso lógicamente reduce las asimetrías entre el Gobierno central y los regionales. Dividir territorios y atomizarlos significa justamente disminuir la capacidad negociadora aumentando la asimetría, que es donde se juega gran parte de los resultados de un proceso de descentralización. En palabras simples, mientras más pequeños sean los territorios, menores posibilidades de éxito en el escenario de gobernadores regionales electos.

Otro tema a considerar es que hoy en día la institucionalidad regional no goza de los marcos adecuados para responder a las problemáticas regionales. Por eso, antes de considerar la creación de una región, el primer paso lógico es fortalecer a las autoridades regionales y crear instancias de coordinación más eficaces entre las distintas unidades territoriales, que permitan solucionar los problemas de las zonas más rezagadas, que es finalmente la causa que da inicio a este tipo de reivindicaciones territoriales. A todo esto hay que sumarle, además, los enormes costos que conlleva agrandar el aparato estatal, entre los que se encuentran: nuevas provincias, gobiernos regionales, servicios públicos y gobernaciones.

Pero, si la creación de nuevas regiones no reporta los beneficios suficientes, ¿por qué finalmente se impulsa? Si uno analiza la evidencia respecto de Ñuble, podemos notar que la mayoría de los habitantes del territorio estiman que creando una nueva región va a mejorar su calidad de vida. Todo esto nos lleva a un tema de fondo y que tiene que ver con que el ciudadano tiene un escaso conocimiento sobre las funciones y atribuciones de las autoridades regionales. Entonces, quieren crear una región, pero no saben cuáles son las funciones que tendrá la autoridad que la regirá. Existe la creencia equivocada de que crear regiones es la panacea, que esto implica acercar las decisiones a los ciudadanos, lo que no es así, porque muchas cosas se siguen y se van a seguir definiendo a nivel central.

Finalmente, resulta bastante contradictorio que, estando en la palestra las múltiples carencias de los gobiernos regionales y en plena discusión sobre las competencias que tendrán los gobernadores regionales electos, estemos pensando en aumentar las regiones como una solución a los numerosos problemas de los territorios. Tenemos que tomar decisiones y ver hacia donde nos queremos dirigir en descentralización, porque pareciera ser que estamos disparando para cualquier lado.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Líbero, www.ellibero.cl