La noble vocación empresarial y la confianza

Ignacio Arteaga | Sección: Sociedad

No parece haber dos opiniones y tampoco es novedad. Hace ya un buen tiempo que estamos viviendo una crisis de confianza: en las instituciones y entre nosotros mismos. Lo muestran todas las encuestas y lo percibimos en la calle. Así, las personas, las comunidades y los países no pueden avanzar. Ante la perspectiva de abordar esta situación compleja que nos incumbe a todos, las reacciones posibles son tres (en este orden):

1. Nos refugiamos en nuestro metro cuadrado, en espíritu de gueto creyendo ilusamente que podemos abstraernos permanentemente y para siempre de “lo de afuera”.

2. Buscamos un responsable externo (ojalá abstracto y colectivo, para no caer mal a nadie).

3. Me siento interpelado y me involucro en la situación. Eso es participar y es el único modo de construir confianzas. Incluso si no se logran resultados óptimos en el asunto que nos convoque, si muchos nos involucramos, al menos habremos aumentado los niveles de confianza de nuestra comunidad, y eso ya es un gran avance.

Adrede uso el plural en el punto 1 y 2, y el singular en el 3. Porque las situaciones que nos incumben a todos –buenas o malas– requieren en definitiva de una decisión personal. La crisis de confianza que vivimos (plural nuevamente) no la va a solucionar nadie a mi nombre (singular). Lo positivo es que en el último tiempo hemos tenido buenas noticias al respecto. Por ejemplo, las perspectivas de participación ciudadana en las elecciones primarias del domingo 2 de julio fueron superadas, resultando en una alta participación.

Las elecciones son una forma de participar muy visible e importante, pero son infrecuentes y requieren de nuestra parte solo una decisión libre informada, no mucho más. Pero en el día a día, en especial en nuestra vida laboral, en nuestras empresas, son innumerables las decisiones que tomamos y que repercuten en el bienestar de otras personas. En el origen mismo de toda empresa hay una decisión de buscar el Bien Común al ofrecer un producto o un servicio genuinamente bueno, que hace bien a otros, a cambio de una legítima ganancia.

La noble vocación empresarial es un modo de participación social importantísima y una fuente de confianza, creadora de vínculos sociales que mantienen unidas a las personas en comunidades con un propósito y objetivo común. Es importante que los empresarios, ejecutivos y emprendedores asumamos el desafío de sentirnos interpelados e involucrarnos en la búsqueda del Bien Común desde nuestras propias empresas.

En este ámbito, también hemos visto frutos positivos para el país. Por ejemplo, el mes pasado, el empresario Rolando Medeiros, gerente general de Elecmetal, fue elegido presidente de la Unión Internacional Cristiana de Dirigentes de Empresa (UNIAPAC), convirtiéndose en el primer chileno que ocupa ese cargo. Esa convicción de la noble vocación empresarial que surge desde Chile, estará ahora inspirando el quehacer de miles de hombres y mujeres de empresa en el mundo, que pertenecen a esta asociación.

Es una muy buena noticia para Chile que la iniciativa de los empresarios por participar a nivel internacional, sumado al genuino interés que las diferentes entidades gremiales nacionales han mostrado por construir y reforzar los lazos de confianza con la sociedad, tenga su correlato en las múltiples instancias de participación en la vida civil que tantos frutos positivos otorgan y que tanto necesitamos.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Líbero, www.ellibero.cl.