Conservadores o progresistas

Bruno Moreno | Sección: Política, Sociedad

Tenía la intención de escribir algo en el blog sobre la pésima costumbre de hablar de “católicos progresistas” y “católicos conservadores”, utilizando conceptos políticos que no tienen nada que ver con la fe, en lugar de usar términos verdaderamente católicos, como tradicional y ortodoxo. Por no hablar de que progresismo y conservadurismo no son más que hermanos gemelos, que a menudo resulta difícil distinguir y que comparten el mismo código genético.

Para alivio de mis sufridos lectores, sin embargo, he preferido traducir parte de un artículo muy poco conocido sobre el tema de un verdadero sabio: G. K. Chesterton. Quizá si los católicos españoles leyéramos un poco más a Chesterton nos habríamos ahorrado las últimas décadas de suicidio político y creciente irrelevancia.

Después de haber dicho tanto sobre los errores del progresista, me gustaría decir algo sobre los errores del conservador. De hecho, el conservador cae exactamente en el mismo error que el progresista. Ese error consiste en que cada uno de ellos permite que la verdad esté determinada por el tiempo. Es decir, juzga una cosa basándose en si es de ayer, de hoy o de mañana, y no por lo que es en la eternidad.

[…] El problema con el conservador es que asigna una importancia sobrenatural a su propio nacimiento. En lugar de contar las fechas desde el nacimiento de Cristo o (si lo prefiere) desde el nacimiento de Marco Aurelio […], las cuenta desde su propio nacimiento. Lo que había cuando nació, como la Constitución británica, debe reverenciarse. Lo que aún no había sucedido en esa fecha en particular, como la Revolución bolchevique, debe rechazarse. En lugar de considerar un proceso y someterlo a la prueba de los principios, solo le importa cuánto tiempo lleva en marcha y únicamente lo somete a la prueba de si continúa avanzando o no.

Esa es la verdadera irracionalidad que en ocasiones se percibe de algún modo en cierto tipo de conservadurismo. No es que ame el pasado, sino que ama el presente, un tipo de pasión mucho más absurda. Es una ilusión imposible en su misma esencia, porque se destruye a sí misma perpetuamente. Cada avance del progresista se convierte en un estatus para el conservador. Cada revolución perversa se transforma en una valiosa institución. Cada cosa abominable que se intenta lograr se convierte en algo admirable porque se ha logrado; no porque sea una institución eficaz, sino porque ha sido el resultado de una revolución eficaz. A menudo, conservador solo significa alguien que conserva revoluciones.

Podría expresarlo diciendo que puede que yo sea un reaccionario, pero estoy seguro de que no soy un conservador. Soy un reaccionario en el sentido auténtico de que reaccionaría contra muchas cosas del pasado así como del presente. No las sometería a la prueba de un calendario que registre si ya han sucedido o no, sino a la prueba de un credo, que determine si deberían suceder. Algunas de las cosas que deseo ya han sucedido y, por lo tanto, yo las conservaría; otras no han sucedido aún y, por lo tanto, me uniría a una revolución para obtenerlas.

[…] Lo cierto es, por supuesto, que todo lo que hay de realmente pedante o inhumano en la campaña de los progresistas debe casi todo su éxito al hecho de que solo se le oponen los conservadores. No hay reaccionarios razonables que se opongan a ello, que tengan un ideal alternativo del Estado; lo único que hay es gente que comparte el mismo ideal y solo rechazan que ese ideal continúe avanzando. Los socialistas tienen una cualidad sólida y respetable: saben lo que quieren. Por lo tanto, nadie podrá presentarles una resistencia adecuada a no ser que esté verdaderamente convencido de que quiere algo distinto«.

Gilbert Keith Chesterton, Illustrated London News, 30 de octubre de 1920.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por el autor en su blog Espada de Doble Filo, http://infocatolica.com/blog/espadadedoblefilo.php