A propósito del Sename

Sergio Melnick | Sección: Política

La chambonada de la Cámara de Diputados por virtud de la increíble presión del gobierno, ha dejado atónita y con mucha rabia a gran parte de la población. Los argumentos van y vienen pero es evidente que los niños realmente vulnerables han sido de hecho vulnerados. El gobierno y la Cámara se lavaron las manos. Las comisiones para investigar son irrelevantes.

El tema de los niños no es nuevo, ya se sabía con detalles escabrosos desde la comisión 1 del Sename, cuyo informe es de febrero del 2014, días antes de asumir Bachelet. La pregunta es qué ha hecho el gobierno desde entonces. La respuesta es básicamente nada, en proporción a la magnitud del problema entonces denunciado. Esa era exactamente la cruda conclusión de la comisión 2. Por eso, claramente había una dolorosa negligencia del gobierno. Esa es la enorme irresponsabilidad del gobierno que no quiere asumir. A meses de terminar su período, ya no fue capaz de hacer las leyes y reestructuraciones, que estaban presentadas al Congreso en la administración anterior, pero que fueron literalmente eliminadas por la retroexcavadora.

Al final, en la política el gran tema es acerca de las prioridades, y para los gobiernos es también la calidad de gestión de los recursos que por definición son menores al ideal. Hoy, en relación al tema, todos le echan la culpa a todos. Nadie asume absolutamente ningún tipo de responsabilidad. Al final, el chivo expiatorio es casi siempre el ministro de Hacienda. Pero la verdad no es así. Las prioridades las define la política. Los niños no fueron apoyados porque así lo definió el gobierno, no el ministro. La única pregunta del ministro cuando le exigen más gasto en algún tema es simple: ¿a quién le reduzco?

Las prioridades de Bachelet no son las mejores. El bono vitalicio marzo/invierno cuesta unos US$ 500 millones cada año, o sea, unos $ 325.000.000.000. Claro, dan votos y los niños vulnerables no. Los 50 nuevos parlamentarios cuestan varias decenas de millones de dólares al año y simplemente no se necesitan. El Sename sí los necesita. La Presidencia tiene tres aviones muy caros; quizás uno es suficiente, porque el Sename necesita mejor atención. El Estado paga recursos en educación que los padres están dispuestos a aportar y que podrían ir a esos niños. Los casi 100.000 nuevos funcionarios públicos que no se necesitan, sino al revés, son más de US$ 1.000 millones al año, pero claro, una gran parte de esos empleos son para partidarios que votan. TVN pide $ 65.000.000.000 y parte de su trabajo es hacer telenovelas y programas de farándula.

La construcción de los hospitales se deben hacer en base a concesiones, de modo de tener recursos para temas como el Sename, pero la ideología los supera. El Censo era absolutamente innecesario e ideologizado; ahí se nos fueron unos $ 35.000.000.000 que los niños necesitaban. Bachelet gasta cuatro veces lo que produce y se endeuda para pagar gastos corrientes hipotecando así el futuro de esos niños. El Estado financia ahora generosamente a la política, y ésta abandona a los niños, una paradoja.

No solo los ejemplos del derroche de recursos por parte del Estado es algo feroz, sino que también hay otras prioridades abandonadas por la política. Por ejemplo, los viejos, los enfermos terminales, las enfermedades costosas, la situación de las cárceles, la ciencia y tecnología, el deporte masivo, la educación rural, la infraestructura, etc. El Transantiago cuesta unos US$ 1.000 millones solo por la inexcusable deficiencia técnica del gobierno, y nunca hubo responsables. Los niños quedaron atrás. Las indemnizaciones de empresas estatales, los bonos tipo Banco Estado, los cuoteos políticos, las denuncias de irregularidades del aparato estatal, en fin, todo redunda en las prioridades. Los niños siempre quedan atrás.

Uno de cuatro pesos del producto chileno es gastado por el fisco, lo que junto con las reformas estructurales improvisadas y mal diseñadas, es algo que ha deteriorado severamente a la economía. El no crecer económicamente como podríamos, significa menos recursos para las políticas sociales. La respuesta de la ideología de izquierda tiene siempre una sola solución: subir los impuestos, pero jamás racionalizar los recursos que ya se tienen. Muchas de las instituciones públicas están anquilosadas, no se necesitan más universidades estatales sino mejorar las que ya hay, no se necesitan más ministerios sino menos, en fin. Felipe Kast fue elocuente en sus prioridades: los niños por delante. La negligencia ha sido brutal.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Tercera.