Sor Bofetada

Alberto López-Hermida R. | Sección: Educación, Sociedad

Comienzos de los 90. Colegio. Clases de castellano. Análisis morfosintáctico de una oración kilométrica. Entre sujeto, predicado, preposiciones y adverbios comienza a escucharse una suave melodía. Juan Pablo, desde su puesto en primera fila, ha decidido amenizar el ambiente con “Ojos azules” del compositor boliviano Gilberto Rojas interpretada en su flauta dulce Yamaha. No es la primera vez que el alumno decide musicalizar instancias cansinas en la sala de clases.

El profesor, en un exquisito acto reflejo, arranca la flauta dulce de las manos de Juan y le propina un golpe en la cabeza con ella. La intensidad del garrotazo fue tal que el duro y frío instrumento se partió por la mitad.

Sin duda, un exceso, pero las carcajadas de todo un curso, incluidas las de Juan Pablo, se escuchan hasta hoy en comidas de curso, chats y redes sociales. Lógicamente, el hoy ingeniero civil de la Universidad Católica –secuelas al parecer no le quedaron– nunca volvió a tocar un instrumento en momentos y lugares inapropiados.

Un cuarto de siglo después, el escenario es otro. La religiosa y profesora de un establecimiento educacional decide separar a dos alumnos que estaban enfrascados en una pelea y, para calmar a uno de ellos, le propina una bofetada. ¿Resultado? María Luisa Rodríguez, de 59 años, fue formalizada por agresiones, alejada de sus funciones, a la espera de un sumario de la Superintendencia de Educación, la investigación del Consejo Nacional de la Infancia y atenta a lo que diga un Comité de Derechos del Niño. Protagonista de notas periodísticas en los grandes medios nacionales y apuntada con el dedo acusador y las lenguas afiladas de esa parte de la maquinaria estatal encargada día y noche de poner el grito en el Cielo por un coscorrón, mas guardar silencio cómplice ante la epidemia de suicidios y maltratos en centros de acogida estatales.

Urge, para variar, poner paños fríos en el debate, quitarle ideología y agregarle sentido común. La idea no es comenzar a repartir capirotazos, sopapos y manotazos a diestra y siniestra, pero tampoco darle más aire a esta cruzada por erradicar todo tipo de disciplina que durante décadas han recibido los menores.

Ni la prensa, ni las autoridades e, incluso, ni los propios padres del violentado príncipe, conocen los detalles precisos que llevaron a la criminal hermana a cometer semejante acto de infantoterrorismo. Sin embargo, el juicio y la condena ya han sido lanzados a la arena de la opinión pública. Rodríguez será sor Bofetada por el resto de su vida.

Si aún no se termina por entender lo que es esto de la Era de la Postverdad, aquí tiene otro ejemplo esclarecedor de uno de sus síntomas. Nos hemos vuelto hipócritas. Nos rompemos el seso debatiendo si es conveniente besar en la boca a nuestros hijos como lo hace David Beckham –otra de las noticias bomba de la semana– y a la vez la gran mayoría de los chilenos guardamos silencio sabiendo que en la adolescencia no es un delito enfrascarse a puñetazos y/o tirones de pelo y que a veces –las menos, desde luego– no deja de ser una buena lección recibir un buen cocotazo o lisa y llanamente un guantazo.

El asunto no es si dar cariño o disciplina a nuestros hijos. El problema radica en ver cariño y disciplina como polos opuestos en el proceso educativo. Tal como un mimo a un niño puede ocultar los más atroces abusos, una bofetada no es una apología a la violencia doméstica ni un remanente de autoritarismo.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Pulso, www.pulso.cl.