La demencia digital

Otto Dörr | Sección: Educación, Sociedad

Este concepto nació en Corea del Sur a mediados de la década de 2000, cuando se observaron los primeros casos de jóvenes adictos a internet y a los medios digitales en general. En el año 2012, el neurocientífico alemán Manfred Spitzer, actual profesor de Psiquiatría de la Universidad de Ulm, publicó un libro con ese mismo título (hay traducción al castellano: “Demencia digital”, Ediciones B, S. A., Barcelona, 2013), que no solo fue un éxito de ventas, sino que desencadenó una fructífera discusión entre científicos y autoridades políticas, la que está influyendo ya sobre los planes educacionales de Alemania.

En pocas palabras, la tesis del Dr. Spitzer es que la forma en que se están usando estas tecnologías puede llevar a un deterioro cognitivo importante, cuyas consecuencias son impredecibles. Y esto lo demuestra con innumerables investigaciones propias y de otros autores. Dados los muy malos resultados obtenidos por nuestros escolares en la última prueba Simce, estimo importante hacer algunas reflexiones en torno a este concepto.

Para comprenderlo es necesario explicar brevemente el fenómeno de la “neuro-plasticidad”. Durante décadas se pensó que el cerebro venía hecho, cuanto más que tempranamente se supo que las neuronas no se reproducían. Hoy se sabe que esto no es así, porque es uno quien “se hace” su cerebro a través del proceso del aprendizaje, el cual provoca un aumento del tamaño de las neuronas y de las interconexiones entre ellas. Esto permite mejorar los rendimientos en las personas normales, la creatividad en los artistas, la capacidad de búsqueda en los científicos o las marcas en los atletas. Así como solo crecen los músculos que se entrenan, lo mismo ocurre con el cerebro.

Los cambios que trae consigo el aprendizaje se expresan anatómicamente y pueden ser medidos con los métodos de diagnóstico por imágenes. Así, el centro encargado del control de las manos en el lóbulo parietal está mucho más desarrollado en un pianista que en alguien que no lo es, y en el violinista es el área responsable de la mano izquierda la desarrollada. Otro ejemplo: en el hipocampo radica la memoria y el sentido de orientación. Pues bien, se midió esta zona del cerebro a los taxistas de Londres (que estudian tres años para orientarse en sus 24.000 calles) y mostraba un aumento de cerca del 50% de la sustancia gris respecto de un grupo control (Duffin and Hayter, 2000).

¿Qué relación hay entre el uso de medios digitales y la neuro-plasticidad cerebral? Sucede que a pesar de facilitar ellos tantas tareas, limitan al mismo tiempo el aprendizaje, pues está demostrado que mientras más fácil sea la forma en que yo me aboque a una tarea, menor será el número de sinapsis que se activan en mi cerebro y, por tanto, aprenderé menos. Esto cuestiona la muy divulgada idea de que se puede mejorar la educación aumentando el número de computadores en los colegios. Las investigaciones al respecto demuestran claramente que el uso de internet en los colegios conduce a un empeoramiento de la memoria y a una reducción de la capacidad de búsqueda de información (Belo y col., 2010).

Pero no solo es el rendimiento lo que se afecta, sino también la vida personal y social. Diversos estudios (Rideout y col., 2010; Spitzer, 2010; Pea y col., 2012) han demostrado que mientras más horas esté conectado el joven a algún medio digital, menos duerme y más infeliz se siente. Y desde la perspectiva social, hay un estudio notable sobre la repercusión de juegos y películas violentas en la conducta solidaria: a la salida de un cine se le caían las muletas a una joven con una pierna enyesada (representada por una actriz). Un científico medía el tiempo que necesitaban los transeúntes para ayudar a la joven desvalida. Si la película era violenta, la gente necesitaba un tiempo significativamente mayor para actuar que si la película no lo era. Lo mismo se demostró con videojuegos (Bushman & Anderson, 2009).

Por último, habría que mencionar el hecho de que hay estímulos a los que se somete a los niños, que facilitan el desarrollo de su cerebro y otros que lo inhiben. Entre los primeros están el bilingüismo, los juegos con las manos, la música y el deporte. Entre los segundos, la exposición temprana a la TV, el empleo precoz de consolas y computadores y los videojuegos. Pero lo impresionante es que esos mismos factores facilitadores van a retrasar el deterioro cognitivo que trae consigo la edad, hasta el punto que en los casos donde han existido esos estímulos positivos, ese deterioro “normal” recién va a comenzar cerca de los 100 años.

Ahora bien, como este problema es más o menos universal, habría que buscar también otros responsables de los malos rendimientos de nuestros escolares fuera de la calidad de la educación. Y entonces no podemos dejar de pensar en la responsabilidad que le cabe a ese récord mundial que ostentamos en el consumo de marihuana a nivel escolar, puesto que está suficientemente demostrado el daño que esta produce en las funciones neurocognitivas y en particular en el proceso del aprendizaje.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio de Santiago.