La confusión de Guillier

Gonzalo Cordero | Sección: Política

Alejandro Guillier está confundido, la confusión política reina en él, como hemos podido apreciar en reiteradas oportunidades. Tiene una evidente confusión de época, la que se hizo patente con su frase sobre las transnacionales; está confundido sobre lo que él es, toda vez que siendo senador en ejercicio y candidato presidencial de cuatro partidos, no se asume en su condición de político; tampoco tiene clara su relación con esos mismos partidos, a los que emplaza y descalifica públicamente diciendo agresivamente que no les entregará el control de su campaña; confunde, por último, la doctrina sobre los derechos humanos con el terrorismo, precisamente ahora en que la peor amenaza que se cierne sobre el mundo es la violencia terrorista.

Es demasiada confusión para alguien que aspira a conducir el país y que es, nada menos, el candidato de la coalición que nos gobierna. El asunto es grave, porque nuestra sociedad tiene problemas serios que requieren decisiones importantes: qué hacemos para volver a crecer; cómo mejoramos las reformas hechas en el actual período presidencial y que están mal diseñadas, en opinión de la inmensa mayoría del país; cuál será la manera de enfrentar la creciente corrupción, que está horadando gravemente instituciones fundamentales.

Si todo lo anterior no fuera suficiente, el sistema político camina a una mayor fragmentación. El nuevo Gobierno, cualquiera sea, tendrá minoría parlamentaria, por eso un grupo de senadores, colegas suyos, presentó un proyecto que apunta a hacerse cargo de que, en el futuro próximo, tendremos Presidentes de minoría a nivel legislativo. Entre esos senadores hay algunos que militan en los partidos que lo apoyan, esos a los que él no quiere entregarles “el control”.

El común denominador de todos estos problemas es que son tremendamente complejos, razón por la cual necesitamos imperiosamente un Presidente con las ideas muy claras, capaz de ver lo esencial y separarlo de lo accesorio; con el conocimiento suficiente de los temas para visualizar caminos de salida; con el nivel de convicción indispensable para impulsar el país, con decisión firme, en la dirección de esas soluciones. En definitiva, un Presidente que pueda contrarrestar la creciente confusión que reina en nuestra sociedad en distintos ámbitos.

El Chile de hoy puede resistir un Presidente equivocado, pero si hay algo que no resistiría sería un Presidente confundido, por una razón muy lógica: del error es posible salir, es cuestión de escuchar las razones de los demás, de mirar la evidencia que nos provee la realidad. Un líder equivocado, pero talentoso, es capaz de darse cuenta de sus errores y enmendarlos; sin embargo, algo muy distinto sucede con la confusión, porque ese es un estado mental que te atrapa como un pantano y no te suelta, es una niebla que no deja ver, es la peor de todas las fallas que puede tener un conductor en tiempos de crisis.

Por esto es que la Nueva Mayoría debiera pensar muy bien si puede seguir ofreciéndole al país una alternativa como la del senador, más allá incluso de sus menguadas opciones electorales, porque al riesgo creciente de la debacle que sería llegar tercero en la primera vuelta, se suma la posibilidad –también en aumento– de verse arrastrada al mismo pantano de confusión en que está atrapado su abanderado.

En la antigüedad los navegantes se orientaban por las estrellas, en la noche más oscura el firmamento les indicaba el camino a casa. El problema de la Nueva Mayoría es que le entregó el timón a un capitán que confunde las estrellas con los planetas y, por lo tanto, nunca podrá llevarla a puerto.