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Para discutir a fondo VI

Virtudes democráticas

“§ 19. Por otra parte, no existe democracia sin demócratas. La democracia es un régimen político que compromete muy especialmente a los ciudadanos, porque les exige una serie de hábitos para su buen funcionamiento, como la capacidad de autolimitación y la disposición a dialogar. Por eso la democracia no puede funcionar sin una base moral que la sustente. Esas conductas que favorecen la práctica democrática no son generadas por la democracia misma. Ellas se adquieren en otras instancias, como es el caso de la familia, las tradiciones religiosas, las organizaciones de voluntariado y la escuela. Cuando estas instancias funcionan de manera adecuada, la educación para la democracia se facilita enormemente.”

El planteamiento es correcto, aunque llama la atención que no se incluya a los partidos y movimientos políticos –por una parte– y a los ambientes de trabajo – por otra– como ámbitos de adquisición de esas virtudes. Echamos de menos también alguna advertencia sobre cómo se debe proceder con los vicios de los ciudadanos, tanto los referidos a sus intenciones no democráticas, como al aprovechamiento ilícito de los mecanismos de la democracia formal. Si la virtud debe ser promovida, ¿el vicio no debe ser denunciado y combatido?

Estado fuerte, forjador de la nación

“§ 20. La nación chilena adquirió forma en buena medida gracias a la acción del Estado. Él definió nuestras fronteras, educó, organizó la población del territorio, y difundió un espíritu republicano en todas las capas de la sociedad. En el proceso histórico de forja de la nacionalidad, las Fuerzas Armadas y de Orden han desempeñado un papel muy relevante como factor de integración social.”

Cierto, en parte. Pero ¿no fue acaso también decisivo el común de los vecinos organizados en el Cabildo? ¿No lo fueron los medios de prensa independientes? ¿No fueron el Club de la Unión, la sociedad de San Vicente de Paul, la Sna, la Sofofa y la Sonami, entre muchas otras organizaciones, gestores fundamentales de la nación? ¿No ha sido la Iglesia Católica –y más adelante otras confesiones– decisiva en la forja de Chile? Esa “otra buena medida” debió haberse expresado en paralelo también.

“§ 21. Una de las manifestaciones de nuestra crisis actual consiste precisamente en la debilidad de nuestro Estado. Tenemos un Estado grande, pero no contamos con un Estado fuerte, capaz de garantizar justicia y seguridad a todos los chilenos. Pesa sobre ellos, especialmente sobre los más pobres, una sensación de inseguridad permanente, donde hay barrios enteros dominados por la delincuencia. Esta falta de presencia eficaz del Estado constituye una injusticia para con los más débiles de nuestra sociedad.”

¿Y por qué sucede esto? Era decisivo entrar en este punto y develar la captura del Estado por corrientes ideológicas que desfiguran su acción. Se perdió una buena oportunidad para mostrar quiénes deben quedar fuera de la conducción del Estado: los estatistas.

No se trata de definir a priori un tamaño grande o pequeño para la organización estatal. El Estado debe ser el necesario, y su acción depende de las diversas materias y las necesidades de la sociedad.”

Por cierto, ese tamaño es prudencial, pero la experiencia indica que a mayor tamaño, mayor es la dificultad para que pueda gestar el bien común.