Las ideologías del mal

R.P. José Luis Aberasturi | Sección: Sociedad

Estamos sufriendo –aunque no lo queramos, que no lo queremos; pero se nos impone por la mera fuerza de las leyes inhumanas que nuestros embrutecidos legisladores nos regalan–, toda una brutal violencia, inimaginable hace apenas 25 o 30 años.

Violencia, que no sólo no es ningún eufemismo ni mera exageración, sino que es la desnuda realidad, porque llega hasta matar y matarnos. Aborto y eutanasia están al orden del día. Y hasta llegar ahí, los espectáculos, día sí y día también, de padres pegándose en partidos de fútbol de sus hijos; de chicas pegándose en la calle mientras los compañeros de clase gritan “¡mátala, mátala!”; la misma “violencia de género” –la genere el hombre, la mujer, o el “neutro” de guardia– y que no puede sustraerse a lo que es: violencia…

Pero mucha más violencia, porque no es “física” sino MORAL –y precisamente por eso es más destructiva–, hay y se genera cuando se “educa” –¡qué sarcasmo y que burla para alumnos y padres!– para que los crí@s con 12 años estén ya enganchados en la bebida, en la droga y en el sexo; o cuando se genera –y se financia con dinero público– toda una mentalidad que lleva a ir unos ciudadanos contra otros, a enfrentar unas regiones contra otras, y unas instancias ciudadanas contra otras…

Para más inri, el código penal que nos han “regalado” nuestros legisladores protege más al delincuente que al ciudadano honrado: ahí están los que han sido pillados y juzgados decenas de veces, y están en la calle, tan campantes; o los ocupas que han denunciado a los dueños del inmueble que les cambió la cerradura y no les dejaban entrar: y el juez les ha dado la razón. Por último, nuestros políticos destacan más por las corrupciones en las que se enfangan –y que generan a su vez, como un alud de corruptos y de corrupciones– que por su honradez de vida, pública y privada.

¿Cómo se ha llegado a este estado de cosas, y en un tiempo record?

Aquí es donde entra en juego el título que explica –y denuncia– todo este tinglado, inhumano por inmoral, y corrosivo por naturaleza: “Las IDEOLOGÍAS del mal”.

San Juan Pablo II ya denunció hasta desgañitarse las que llamó “las filosofías del mal” –de donde tomo prestado el título–, desenmascarando el nazismo y el marxismo como las dos ideologías que más cruelmente se habían levantado contra el hombre, al que decían pretender “servir” e incluso “salvar”.

Una aclaración: he sustituido a propósito el término “filosofías” por “ideologías” porque, dado el nivelón cultural en el que nos movemos en sociedad, podría resultar algo más “cercano”, intelectualmente hablando, el segundo que el primero; pero y a día de hoy, en el fondo, vienen a ser lo mismo; porque la propia filosofía, desde Descartes a nuestros días –y salvo honrosas excepciones que las hay–, renunciando a su ser y tarea –“mostrar lo que las cosas son”–, se ha convertido en una ideología más, pretendiendo que las cosas sean lo que nos dé la gana que sean, que es lo que define exactamente a las ideologías. Y así le luce el pelo: a la filosofía y a nosotros, sus conejillos de indias.

Se ha sustituido el “respeto” a la verdad de las cosas –me he resistido a poner “amor” a la verdad de las cosas, porque hoy ya no se entiende de qué va el tema– por el “voluntarismo” –las cosas son lo que yo quiero que sean–; por el “buenismo” –las cosas son buenas y seguirán siendo buenas… “porque lo digo yo”; y así empalma con el primero–; por el “democratismo” –las cosas son lo que decide la mayoría, aunque sea a base de chanchullos: y empalma con los dos anteriores–; por el “positivismo jurídico” –las leyes que se generan no responden a criterios objetivos de bondad o maldad, superados por la fuerza de las cosas: solo dependen de la voluntad del legislador que, supuestamente, “hace caso” a la mayoría numérica; lo que además de ser falso de toda falsedad, porque sucede exactamente al revés, empalma también curiosamente con todo lo anterior–; por el “laicismo” –que pretende desbancar a Dios y a la religión del orden social: porque sí, o porque me da la gana–; y el rizo de los rizos, el no va más de “lo moderno” –que no resiste, por cierto, la más mínima confrontación con la verdad y con la realidad: la “ideología de género” donde uno es lo que quiere ser: hoy nene, mañana nena, pasado “neutro”, al otro gato, el mes que viene viborilla, y así…: “voluntarismo” en estado superlativo, aunque se dé de coces con la realidad reflejada en el espejo.

Todo esto se blinda en dos horizontes. El primero, en el del lenguaje –que genera “cultura”, es decir “pensamiento”…, aunque la “pseudorealidad” que imponen sea lo contrario a “pensamiento” y “cultura”–, haciendo decir a las palabras lo que nunca han dicho. Y, en segundo lugar y para que esto se imponga verdaderamente, “se hacen” las leyes a la medida, y se persigue al discrepante precisamente por discrepante, sin entrar a si tiene razón o no, porque “tener razón” está obsoleto.

Así, poco a poco –“despacito”–, nos hemos metido otra vez, de hoz y de coz, en los engranajes de las ideologías más feroces, hijas del nazismo y del marxismo: las que destrozan al hombre y sus creaciones: familia, sociedad, cultura, ética, religión, hijos, verdad, bien.

Lo de los libros de textos para chavales –y no solo en Cataluña, que conste; y desde hace muchos años– son la demostración real y práctica de lo que acabo de escribir, aunque sea en un tema menor. Y todo, claro, con la complicidad, activa y pasiva, de los poderes públicos, y pagado –eso también–, con nuestro dinero, no con el de ellos.

 

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por el autor en su blog Non Meas Voluntas, http://www.infocatolica.com/blog/nonmeavoluntas.php.