Jacinta y Francisco: modelos universales de la niñez

Credo Chile | Sección: Educación, Familia, Religión

El pasado sábado 13 de mayo, en la conmemoración del centenario de las apariciones de la Santísima Virgen en Fátima, ocurrió un hecho sin precedentes en XX siglos de historia de la Iglesia: la canonización de dos niños de 9 y 7 años: los hermanos Jacinta y Francisco Marto.

Cuando la Iglesia eleva a los altares e incluye el nombre de una persona en la lista del santoral, está afirmando dos cosas fundamentales. La primera es que esa persona practicó las virtudes “en grado heroico” y, la segunda, es que ella es un modelo para todos los católicos vivos del mundo.

Ahora, ¿cuáles fueron las virtudes heroicas de estos dos niños?

Distingamos dos virtudes que sobresalen nítidamente del conjunto de aquellas brillaron en la vida de Santa Jacinta y San Francisco

La primera es la apertura de alma para recibir un fenómeno tan extraordinario como es la aparición de la Madre de Dios, precedida por las apariciones del Ángel de Portugal. Quien es capaz de abrirse a un hecho que lo trasciende de tal modo, da señal de una grandeza de alma y de una “connaturalidad” con lo sobrenatural que es heroico. El hombre, marcado por el pecado original, difícilmente es capaz de vencer su propio egoísmo y sus propios pequeños intereses, máxime cuando se es un niño de tan corta edad.

La segunda es la seriedad con que ellos se comportaron a partir de ese momento, el 13 de mayo de 1917. Esa seriedad está representada en la fisonomía de ambos santos, en los escritos de Jacinta, en la resolución con que enfrentaron, poco tiempo después, una dura enfermedad y su muerte precoz.

Con posterioridad a las visiones de Fátima, Jacinta tuvo varias otras revelaciones, sobre las cuales ella escribió: “Vendrán modas que ofenderán mucho a Dios (…) Las personas qué sirven a Dios no deben de ir con la moda. La iglesia no tiene modas. Nuestro Señor siempre es el mismo. (…) Los pecados del mundo son muy grandes. (…) Los pecados que más almas llevan al infierno son los pecados de la carne (…) Se ha de desencadenar según parece una guerra civil de carácter anárquico-comunista acompañada de saqueos muertes, incendios y devastaciones de todas clases. (…) ¡Madrina pida mucho por los sacerdotes por los religiosos! Los sacerdotes no deberían preocuparse más que de las cosas de la iglesia. (…) Los sacerdotes deben ser puros, muy puros.

Absolutamente no es normal que una niña de sólo 7 años fuera capaz de tener una visión tan clara del presente y del futuro de la humanidad y de la crisis de la Iglesia, si no hubiera sido gracias a que la propia “Virgen se las enseñaba”.

En resumen, la Iglesia nos dio un mensaje a través de esta canonización. Los niños pueden ser heroicamente serios, puros y sabios; pues, detrás de estas vidas, lo que brilla es precisamente la virtud de la sabiduría, que es aquella que ordena la conducta de las personas de acuerdo a su fin eterno.

Estas consideraciones nos parecen especialmente oportunas para contraponerlas con las recientes instrucciones de la Superintendencia del Ministerio de Educación, que imponen, a nombre de la no discriminación, la promoción de la homosexualidad, el lesbianismo y otras conductas inmorales, a partir de la parvularia.

La oposición entre ambos “ideales” de la niñez no podría ser mayor. Y de esa oposición no puede dejar de producirse un enfrentamiento. Los hijos de las tinieblas odian a los hijos de la luz, y entre ellos no puede existir ningún tipo de coexistencia.

Por esta misma razón, el lobby homosexual que promovió las ordenanzas a favor de la agenda LGBT,  impartidas por el Mineduc, incluyó también en sus demandas, la reforma del decreto que norma las clases de religión, para adecuarlas a esta ideología de género.

Del resultado de este combate entre aquellos que buscan que las virtudes practicadas por San Francisco y Santa Jacinta Marto brillen en todos los niños, contra quienes pretenden pervertirlos incitándolos precozmente a toda clase de impurezas, será el futuro de Chile y del mundo.

Sin embargo, los actuales protagonistas de este combate no son niños. Somos los adultos,  que como Ud. o como yo, debemos tomar posición al respecto.

Que los nuevos santos intercedan para que sepamos “pelear el buen combate” con toda la energía, la intransigencia y el ardor que son propias a Aquella que “sola exterminó todas las herejías”.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por los editores de Credo Chile, www.credochile.cl.