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Desafíos para la vejez

La actual discusión sobre las pensiones es, sin duda, un debate importante. Para nadie resulta indiferente el monto que tendrán sus ingresos cuando se halle en una etapa de la vida donde no tendrá posibilidades de trabajar y los gastos aumentarán como consecuencia del deterioro progresivo de la salud. Sin embargo, el aseguramiento de una vejez digna para todos no es solo un problema de pensiones.

Motivada por el tema, junto a otros, muchas veces reflexionamos:

¿A qué le teme una persona de la tercera edad? Ciertamente le inquieta  la posibilidad de enfrentar la enfermedad y la pobreza, pero también le teme a la soledad. El ser humano es social y alcanza su plenitud en el contacto con los otros. Una vejez en estado de aislamiento constituye una dificultad casi insuperable para poder experimentar cómo, en cierta manera, la madurez de la vida bien puede ser una forma de plenitud.

El aislamiento de las personas de la cuarta edad no afecta solo a los ancianos en condición vulnerable. También en las más elegantes senior suites, son numerosas las personas que resultan simplemente “depositadas” por sus parientes: parecen pensar que por pagar una suma mensual ya han cumplido con sus padres y abuelos. El abandono de estos ancianos es la contracara de una mentalidad individualista, acostumbrada a descartar lo que no resulta útil ni productivo. La cultura del descarte.

La situación es mucho más dramática en el caso de los ancianos en condición vulnerable. Una pequeña parte de ellos tiene la fortuna de recibir acogida en una institución, como la Fundación Las Rosas en la que participo en su Directorio. Allí hay personas capacitadas, que entregan cuidado y cariño a quienes no pueden darles más que las gracias.

Uno de los desafíos más importantes que tendremos que abordar en los próximos años es el de otorgar un apoyo adecuado a los ciudadanos de la cuarta edad. Algunas municipalidades han tenido la visión necesaria para poner en marcha planes innovadores al respecto. Ellas ofrecen programas que permiten recibir a los ancianos durante el día, mientras sus hijos trabajan, aplicando un criterio análogo al que se emplea con los jardines infantiles, pero asegurando que los ancianos no sean meros receptores pasivos de un servicio. Allí están bien cuidados y pueden participar en actividades que tienen, además, la ventaja de mantenerlos activos y evitar su deterioro intelectual.

Hay que tener en cuenta que, con la prolongación de las expectativas de vida, cada vez será más amplia esta necesidad de poner en marcha programas creativos para atender a estos conciudadanos nuestros. A ellos les debemos mucho, porque son personas que han dedicado la vida a trabajar para que nosotros pudiéramos alcanzar los grados de progreso de los que disfrutamos. Este es un caso paradigmático de lo que puede conseguir la colaboración del Estado y los privados. Hacemos un llamado para que se los incorpore en las políticas públicas y en especial a las familias, para que nunca los dejen solos.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Tercera.