Actualidad del mensaje de Fátima (a cien años)

Gastón Escudero Poblete | Sección: Historia, Religión, Sociedad

Este sábado 13 de mayo ‒día en que usted, estimado lector, tal vez esté leyendo estas líneas‒ se cumplen cien años desde la primera aparición de la Virgen María en Fátima. En conmemoración, el papa Francisco ha viajado hasta allí para, según ha dicho, “confiar a la Virgen el destino temporal y eterno de la humanidad”. De paso está canonizando a dos de los videntes: Jacinta y Francisco (éstos murieron poco después de las apariciones; Lucia falleció en 2005 y está en proceso de beatificación).

Recordemos lo fundamental de estos hechos y su conexión con la historia del siglo XX. En 1917 la Santísima Virgen se apareció a tres niños de la localidad de Fátima, Portugal. Ocurrió en seis ocasiones, el día 13 de los meses de mayo a octubre. En la segunda de ellas, la Virgen dijo a Lucia, la mayor de los niños (y la única que podía escuchar a la Virgen; los otros sólo la veían): “Jesús quiere servirse de ti para darme a conocer y amar. Quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón.”

En la tercera aparición (el 13 de julio), la Virgen profetizó el pronto fin de la Primera Guerra Mundial y la ocurrencia de la Segunda. “Para impedir eso, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la comunión reparadora de los primeros sábados. Si atienden mis deseos, Rusia se convertirá y habrá paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones de la Iglesia: los buenos serán martirizados; el Santo Padre tendrá que sufrir mucho; varias naciones serán aniquiladas. Al final, mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará a Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz.”

El 13 de octubre se produjo la última aparición. Muy poco después, el 6 de noviembre, comenzó en Rusia la revolución bolchevique (llamada “de octubre” porque ese día corresponde al 24 de octubre en el calendario juliano, a la sazón vigente en Rusia) que implantó el sistema comunista soviético.

En 1929 la Virgen se apareció de nuevo a sor Lucia (convertida en religiosa carmelita) y le dijo: “Ha llegado el momento en que Dios pide al Santo Padre que haga, en unión con todos los obispos del mundo, la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón prometiendo salvarla por este medio”. La prudencia con que la Santa Sede reacciona ante este tipo de hechos explica la demora en considerar seriamente esta petición. Recién en 1942, Pío XII realizó una consagración del mundo al Corazón Inmaculado, repitiéndola en 1952, y más tarde Pablo VI la renovó, pero en todos estos casos, sin la colaboración de todos los obispos.

En 1978, asumió como Papa Juan Pablo II. El 13 de mayo de 1981, exactamente 64 años después de la primera aparición, un terrorista le disparó en la Plaza de San Pedro a tres metros de distancia. A pocos centímetros de la aorta, el proyectil se desvió inexplicablemente sin afectar a otros centros vitales; de no haber sido así, el Papa habría muerto desangrado en pocos minutos. Al despertar en el hospital al día siguiente, su secretario le hizo notar la coincidencia de fechas entre el atentado y la primera aparición de Fátima. El papa pidió toda la documentación referente a las apariciones y después de estudiarla comprendió su vinculación personal con el Mensaje. La referencia a los sufrimientos del papa no sólo se podía aplicar al atentado (como quedó demostrado años más tarde con la revelación de la tercera parte del Mensaje) sino que la profecía acerca de la expansión de los errores de Rusia era una realidad sufrida en carne propia: Karol Wojtyla había vivido cerca de treinta años bajo el régimen comunista en su Polonia natal, fue testigo de la persecución sufrida por tantos conocidos y amigos y también lo fue de cómo algunas naciones vecinas fueron sometidas por la U.R.S.S.

Poco antes de salir de la clínica el papa confió a uno de sus visitantes: “Durante los tres meses que he pasado entre la vida y la muerte he comprendido que la única solución para salvar al mundo de nuevas guerras y catástrofes, para salvarlo del ateísmo, es la conversión de Rusia según el mensaje de Fátima”. Por eso se propuso realizar la consagración de Rusia ‒y del mundo‒ al Corazón Inmaculado de María como Ella lo pidió en 1917, lo cual cumplió el 25 de marzo de 1984 en el Vaticano y ante la imagen de la Virgen de Fátima que hizo traer especialmente para la ocasión (en octubre de 2000 renovó la consagración).

En 1985, comienzan a ocurrir los sucesos que condujeron a la caída del comunismo en Europa del Este. El 11 de marzo, Mijaíl Gorbachov es elegido Secretario General del Partido Comunista de la U.R.S.S. y, en abril, comienza la perestroika. En 1988, las disidencias a los regímenes comunistas son ya fuertes en Polonia, Checoslovaquia y Hungría. Al año siguiente, caen los regímenes comunistas de Hungría, la RDA (donde en noviembre cae el mítico Muro de Berlín), Checoslovaquia, Rumania, Lituania, Estonia y Letonia; en 1990 expira el régimen comunista polaco; en 1991, en abril, se disuelve el Pacto de Varsovia; en agosto, Juan Pablo II declara la muerte del marxismo y, en diciembre, el Soviet Supremo ruso formaliza la extinción de la U.R.S.S. y reconoce a la Mancomunidad de Estados Independientes como su sucesora.

La relación entre la Corazón Inmaculado de María y la caída del comunismo en Europa fue confirmada por la propia Sor Lucia en sus memorias, lo cual puede conducir a pensar que el mensaje de Fátima es un tema que quedó en el pasado y no tiene importancia para el presente. El entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Cardenal J. Ratzinger, emitió un comentario a propósito de la publicación de la tercera parte del Mensaje el año 2000, en donde afirma que las situaciones a las que se refiere la tercera parte del “secreto de Fátimaen la medida en que se refiere a acontecimientos concretos, ya pertenecen al pasado”. Pero enseguida afirma que una parte del Mensaje mantiene vigencia: “la exhortación a la oración como camino para la ‘salvación de las almas’ y, en el mismo sentido, la llamada a la penitencia y a la conversión”. Y, ¿cómo se logra la salvación de las almas? Mediante la devoción al Corazón Inmaculado de María, que consiste “en una actitud en la cual la persona encuentra su unidad y su orientación interior del corazón, en la cual el fiat—hágase tu voluntad— se convierte en el centro animador de toda la existencia.

En mi opinión, esto último significa lo siguiente. Hoy vemos cómo el mal se extiende por el mundo. Si bien casi todos los regímenes comunistas desaparecieron, el marxismo ha mutado para adoptar formas más sutiles. Los gobiernos de los países más poderosos y organismos internacionales están imponiendo la ideología de género, muy influida por el marxismo y la más artera de las ideologías que hoy atacan al mundo, en palabras del papa Francisco. La voz de los cristianos es acallada ya no sólo mediante la indiferencia sino, en algunas zonas, mediante el asesinato en razón de su fe. La eliminación de niños por nacer es revestida con la categoría de derecho fundamental y promovido e instigado por el aparato estatal. La propia Iglesia ha sido sacudida en el último tiempo por errores y confusiones que han llevado a muchos a alejarse de Ella. Una apostasía generalizada se extiende por doquier. En fin, el mal parece invencible y vivimos una época tanto o más oscura que cuando los regímenes marxistas dominaban Europa oriental. En consecuencia, la devoción al Corazón Inmaculado de María ‒entendida como una unión íntima y total de la persona con la voluntad de Dios a imitación de la Virgen‒ es tanta o más necesaria que entonces porque, como Ella dijo, mi Inmaculado Corazón triunfará.

La fiesta del Corazón Inmaculado de María fue oficialmente establecida por el papa Pío XII en 1944 y se celebra al día siguiente de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús; se celebran viernes y sábado respectivamente, en la semana siguiente al domingo de Corpus Christi y siguiente al segundo domingo después Pentecostés. Este año 2017, cae el sábado 24 de junio, excelente oportunidad para acudir al auxilio de Aquella que invocamos como “auxilio de los cristianos”. Para este efecto, estimado lector, transcribo una parte de la Consagración de la Iglesia y el mundo al Inmaculado Corazón de María hecha por el Papa Juan Pablo II el 25 de marzo de 1984 y que, como sugerencia, puede ser rezada como novena (esto es, durante nueve días) a partir del 16 de junio (por mi parte, donde dice del mundo, agregaré y de Chile).

¡Oh Corazón Inmaculado de María!

Ayúdanos ante la amenaza del mal, que con tanta facilidad echa raíces en los corazones de la gente de hoy, y cuyos efectos inconmensurables ya pesan sobre nuestro mundo moderno y parecen bloquear los caminos que conducen al futuro.

De los pecados contra la vida humana desde su concepción, líbranos Señora.

Del odio y de la degradación de la dignidad de los hijos de Dios, líbranos Señora.

De todo tipo de injusticia en la vida de la sociedad, líbranos Señora.

De la disposición para pisotear los Mandamientos de Dios, líbranos Señora.

De los intentos de sofocar en los corazones humanos la misma verdad de Dios, líbranos Señora.

De los pecados contra el Espíritu Santo, líbranos Señora.

Ayúdanos con el poder del Espíritu Santo a vencer todo pecado: los pecados individuales y los pecados del mundo, el pecado en todas sus manifestaciones.

Permite que se revele en la historia del mundo el infinito poder salvífico de la Redención: el poder del Amor Misericordioso. Que este poder detenga el mal. Que transforme las conciencias. Que tu Inmaculado Corazón revele a todos la luz de la esperanza.

Amen.

Nota: Esta columna es una versión modificada y actualizada de otra anterior, titulada “La devoción al Inmaculado Corazón de María”, publicada en esta tribuna en mayo de 2015.