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Todo bien controlado

El Senado aprobó por unanimidad la nueva ley de tenencia responsable de mascotas. Queda el pronunciamiento de la Cámara de Diputados, pero quién se opone a algo tan importante. Es que en el imaginario desinformado de nuestro medio se trata de una ley que impedirá que vuelva suceder algo como lo acontecido con “Cholito” y, además, es una ley moderna: habrán microchips.

Los chilenos siempre se dejan llevar por imágenes simples y no reflexionan sobre el alcance de las cosas. Porque esta es una ley que cierra el puño del Estado para controlar la vida de los ciudadanos en algo tan cotidiano como las mascotas.

Está llena de sorpresas, pero lo más notable son los seis registros nacionales que crea: Registro Nacional de Mascotas o Animales de Compañía; Registro Nacional de Animales Potencialmente Peligrosos de la Especie Canina; Registro de Personas Jurídicas Sin fines de Lucro Promotoras de la Tenencia Responsable de Mascotas y Animales de Compañía; Registro de Criadores y Vendedores de Mascotas o Animales de Compañía; Registro de Criadores y Vendedores de Animales Potencialmente Peligrosos de la Especie Canina; y Registro de Centros de Mantención Temporal de Mascotas o Animales de Compañía. El sueño socialista que el Estado lo controle y registre todo, y en esto los animalistas son socios estratégicos.

Sucede que toda mascota deberá estar inscrita en un registro nacional que llevará el Ministerio del Interior y Seguridad Pública; ahí se les asignará un número de identificación (“RUT”). Mascotas son los “animales domésticos, cualquiera sea su especie, que sean mantenidos por las personas para fines de compañía o seguridad”. No solo perros y gatos, sino también cualquier otro que esté con usted en su casa, como conejos o loros, pues le hacen compañía. Habrá -por cierto- un reglamento que detalle todo. Éste tendrá que hacerse cargo de cómo y cuándo se inscriben, qué sucede cuando mueren o si se transfieren a un tercero. ¿Con qué fin existe este registro? Muy simple, controlarlo todo. Y usted sabe dónde parte un registro pero no dónde termina. Pues es obvio que el reglamento no puede aceptar que se transfieran los gatitos a cualquiera, y entonces cae de maduro que habrá que poner requisitos y pedir papeles. También acreditar el nacimiento o por qué se murió la mascota, y huelga algún certificado al efecto. Infinita burocracia y gastos de su parte.

Le cuento, además, que criador “es el propietario de la hembra al momento del parto”; y que un “domicilio particular” también se considera un criadero. Con ello la obligación de estar en otro de los registros y también de dar atención veterinaria a la madre y los cachorros, etc. Y no sigo, por falta de espacio, nada más.

Bueno, tratándose de socialistas, nada de esto debe extrañar. Pero si se pregunta dónde están los parlamentarios de centroderecha, que debieran ser contrarios a las regulaciones y controles que ahoguen la libertad de las personas, no lo haga: guarde mejor su buen ánimo para reunir los papeles que le exigirán por tener una simple mascota o cada vez que se mude casa con o sin ella. Porque las penas previstas por no acatar esta ley pionera en el mundo, no son menores. descender con nosotros a las profundidades de nuestra intimidad.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Tercera.