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Para discutir a fondo III

Continuamos con nuestro análisis del Documento “Manifiesto por la república y el buen gobierno”. Recordamos que los textos originales del Documento están entre comillas.

La definición de lo público

“§ 8. Lo público no se agota en lo estatal ni se define por su lógica. Es un lugar de encuentro de distintas miradas, organizaciones y formas de vida. Esta biodiversidad es su gran fortaleza. Es un espacio plural, sin que por esta razón las organizaciones que interactúan en él y que poseen diversas identidades estén obligadas a ser pluralistas en su interior: si todas lo fueran, la diversidad de miradas desaparecería.”

Se ha perdido la oportunidad para especificar si “la república” es lo mismo que “lo público”, cuestión decisiva para entender el planteamiento. Ciertamente no lo es, porque hay muchas dimensiones públicas que no deben quedar sujetas a la regulación de lo republicano: al interior de la familia hay aspectos públicos; en los cuerpos intermedios privados hay… aspectos públicos. Y no son republicanos. En todo caso, el párrafo termina de muy buena forma.

Lo público es, como todo espacio de encuentro, un lugar de diálogo y deliberación, pero también de intercambio y de disputa. Es, además, una fuente de producción de bienes y servicios que satisfacen variadas necesidades. Y aunque su lógica inherente —con su diversidad de miradas— sea la propia de la sociedad civil, su entramado incluye organizaciones y lógicas institucionales propias de esa sociedad civil, del Estado, y del mercado. Ellas presentan distintas fortalezas y debilidades al momento de generar esos bienes y servicios. Así, la sociedad civil ha mostrado su capacidad en obras donde el Estado había fallado sistemáticamente, como el apoyo y cuidado de ancianos, niños, enfermos y mujeres embarazadas que pasan por dificultades. Otro tanto ocurre con la protección del medio ambiente y el refugio y rehabilitación de animales, así como en la provisión de bienes espirituales y educacionales. El Estado, por su parte, provee a través de su aparato burocrático ciertos servicios y bienes, bajo exigencias derivadas del hecho de que son financiados por los impuestos de todos los ciudadanos: acceso universal, pluralismo interno y cobertura nacional. El mercado, finalmente, coordina la provisión oportuna de muchos bienes y servicios fundamentales. Existen, por supuesto, incontables casos mixtos, donde se da una coordinación virtuosa entre distintos actores del espacio público.”

Al utilizar la expresión “espacio” para “lo público”, se da la impresión, falsa, de que esa dimensión de la vida está acotada a unas determinadas tareas, respresentadas por unas deteminadas funciones, a cargo de unos determinados poderes. No es así: en todas las dimensiones de la vida hay aspectos públicos (hasta de la más privada reflexión se siguen consecuencias sociales) y aspectos privados (hasta en la reunión entre dos ministros existe una dimensión humana no publicable, no sujeta a transparencia). Esto no se ha asumido en el párrafo anterior. Y, en segundo lugar, se comete el error de comparar al Estado (una institución) con el Mercado (un procedimiento). No hay simetría. Las únicas contraposiciones posibles son entre Estado, cuerpos intermedios, familia y personas, por una parte, o entre Mercado y totalitarismo, por otra.

La tarea del Estado

“§ 9. El Estado tiene, además, otras obligaciones, ya que no consiste en una mera plataforma de servicios. Debe velar por el bien común, lo que implica estar al servicio del florecimiento del espacio público y el despliegue de las capacidades humanas. Debe hacerlo con recursos que son siempre limitados, y cuidando no dañar la matriz desde la que los obtiene. Esto le exige generar las condiciones que hagan posible ese florecimiento, lo que supone regular, incentivar y, cuando corresponda, retirarse de manera oportuna de los espacios en los cuales la sociedad civil o el mercado logran proveer satisfactoriamente un bien necesario, y concentrar, en cambio, su atención y recursos en aquellos espacios donde eso no ocurre. Un Estado activo jamás debe ser un Estado invasivo, que no respeta el protagonismo de la sociedad civil.”

Esto del “florecimiento” resulta poco atinado. Es la “plenitud humana” lo que el Bien Común debe procurar . Y por cierto, no se trata de que florezca “el espacio público”, sino la persona en su integridad, en todas su dimensiones, privadas y públicas. Es una pena, además, que una explicación de la subsidiariedad -como la contenida en este párráfo- no mencione el concepto y se exprese en términos muchos más confusos que los claramente utilizados tantas veces por Jaime Guzmán.

Quienes creen que el Estado o el régimen propio de la burocracia estatal son la única forma que puede adquirir lo público, en realidad debilitan el espacio público, destruyen su diversidad y paralizan la capacidad de la sociedad para solucionar sus propios problemas. Oponen el monocultivo a la biodiversidad social, destruyen los equilibrios ecológicos humanos y con ellos la riqueza y complejidad de la vida en común. Al abarcar mucho y apretar poco, desenfocan la atención del Estado y permiten que sus políticas sean finalmente dirigidas a quienes tienen más medios de presión.”

Lo debilitado no es “el espacio público” sino la persona humana, ahogada tanto en sus dimensiones públicas como privadas, como bien expresan los autores en la parte final del párrafo.