Para discutir a fondo II

Gonzalo Rojas Sánchez | Sección: Política, Sociedad

Continuamos con nuestro análisis del Documento “Manifiesto por la república y el buen gobierno”. Recordamos que los textos originales del Documento están entre comillados.

Las bases doctrinales de nuestra propuesta

La idea de República. Reivindicación de lo público

“§ 5. Reivindicamos el concepto de república, que no en vano ha estado presente en todas nuestras constituciones. La república es la cosa común, que nos vincula a todos con la realidad colectiva. En tiempos en los que tiende a primar el egoísmo, cuando prevalece la consideración del hombre como un ser atomizado y aislado de su entorno, la república nos recuerda que tenemos un destino común, y que nuestra realización personal no se da nunca en el plano estrictamente individual, sino que se inserta siempre en un orden más amplio. El desafío es que todos los chilenos se sientan integrados a ella, y que, al mismo tiempo, comprendan que el bien personal no puede ser buscado a costa del bien común. La república debe ser justa: por eso, nos evoca el imperio del Derecho y la afirmación de que en Chile no debe haber personas ni grupos privilegiados. Gran parte del malestar social de los últimos años tiene que ver precisamente con que los chilenos no están convencidos de que estos nobles ideales se hayan hecho efectivos en la realidad.»

En general, el punto está bien planteado, especialmente en lo relativo al egoísmo, pero la terminología merece algunas observaciones. Por una parte pudo haberse evitado la expresión “realidad colectiva”, reemplazándola por lo más propio, algo así como “la realidad de nuestra humana naturaleza, de contenido social”; por otra parte, debió especificarse qué es ese “orden más amplio” en el que se inserta lo individual: ¿lo familiar, más lo intermedio, más lo estatal, más lo internacional, debidamente articulados en círculos concéntricos?; en tercer lugar, se ha hecho mal uso de la expresión “bien personal” contraponiéndola a “bien común”: ambas son perfectamente articulables. Lo que no resulta conveniente es buscar un supuesto “bien individual” a costa del “bien común”; una cuarta consideración tiene que ver con la afirmación sobre la “república justa”. Es mucho más correcto decir que se debe buscar y practicar continuamente la justicia, que afirmar que la “república debe ser justa”; de pedirse ese punto de llegada, dada la imperfección humana, nunca habría república; finalmente, la nueva apelación al malestar olvida que muchas de las aspiraciones de los chilenos nada tienen que ver con «nobles ideales”, sino justamente con el egoísmo que el documento bien reseña y, por lo tanto, que es un malestar muchas veces ilegítimo.

Participación

“§ 6. La república requiere división del poder y transparencia tanto en el actuar de los gobernantes como en los fundamentos de sus decisiones, porque las autoridades han de estar sujetas a control por parte de la sociedad. Pero también implica exigencias respecto de los ciudadanos, comenzando por la necesidad de participar en los asuntos que nos incumben a todos. Los chilenos tenemos la política que merecemos, y el abstencionismo no hace más que agravar los males que la aquejan. La participación política no puede ser asimilada al comportamiento de unos consumidores en el mercado, que compran un producto o se abstienen de hacerlo según sean sus gustos: tiene que ver con la necesaria deliberación para alcanzar decisiones que nos afectarán a todos. En ese sentido, para quien vive en democracia, la participación política constituye un deber.”

Sólo dos comentarios. La utilización de la “transparencia” como un criterio primario de control, sin que se hayan hecho prevenciones sobre el silencio de oficio, la seguridad nacional y las confianzas comprometidas, es particularmente delicada, casi frívola. Más aún, si se afirma después que “las autoridades han de estar sujetas a control por parte de la sociedad”. Pareciera que los órganos investidos de esas facultades fiscalizadoras podrían –o incluso debieran– ceder sus atribuciones a cada ciudadano que, vía recursos de exigencia por la transparencia, transformen lo público en lo efímero y lo banal. Y así ha venido sucediendo. El resto de las consideraciones del párrafo son de alta calidad.

Sentido de la política

“§ 7. La república tiene la capacidad de armonizar los legítimos intereses privados de los individuos y de integrarlos en el marco de un proyecto común. Por su misma definición, la república excluye la captura del bien público por parte de intereses privados. La tarea de conseguir ese bien común, que hace posible los bienes particulares, es la política. Se trata de una de las más nobles actividades humanas, porque, bien ejercida, lleva a superar los márgenes de la existencia individual y abrirse a lo común, que es una expresión muy elevada de libertad.”

¿Sólo los “intereses privados” (lo que suena en realidad a “intereses empresariales”) podrían “capturar el bien público”?. ¿Por qué no se afirmó que esa captura también la pueden realizar los partidos políticos, las ONG’s o los medios de comunicación? La última oración del párrafo está muy bien planteada, aunque resulta curioso que los autores no se hagan cargo de un hecho fundamental: hay quienes actúan en la vida política con una concepción totalmente distinta. ¿Qué actitud debe tenerse con ellos? ¿Tolerancia total o se toman resguardos?