Sin tareas, sin hábitos

Gonzalo Rojas Sánchez | Sección: Educación, Familia, Política, Sociedad

#01-foto-1-autorSi usted no leyó la noticia, aquí está el resumen: Desde el inicio de este año escolar, los niños de prekinder a octavo básico de seis colegios municipales de Las Condes no podrán llevar tareas para la casa. La decisión fue tomada por el alcalde, Joaquín Lavín, con los directores de los establecimientos municipales y con la directora de Educación de la alcaldía. El reportaje agrega que la decisión “beneficiará a unos 4 mil estudiantes”.

¿Beneficiará? ¿Puede alguien razonablemente pensar que toda la experiencia acumulada en cuanto a ir formando en hábitos de estudio y trabajo a los niños debe ser desechada porque “requieren de un tiempo familiar al llegar a su casa”, ya que, ha dicho el alcalde, “no queremos que la tarea tope con los momentos familiares”?

Bien por los imprescindibles momentos familiares, pero es evidente que una de las más fecundas interacciones entre madres e hijos –y que los maridos son llamados por sus mujeres a realizar también– tiene lugar justamente cuando se hacen tareas en conjunto, y que ésa es una de las más poderosas razones para que las mamás y los papás lleguen lo más temprano que puedan a la casa. O sea, pensar que niños sin tareas y papás tempraneros van a coincidir para conversar sobre sus vidas, sin que medie una compromiso mutuo frente al conocimiento, es simplemente absurdo.

¿No se tuvo en cuenta un dato fundamental sobre el uso de las pantallas? ¿No se recordó que los adultos chilenos ven en promedio algo más de dos horas diarias de televisión, en completo mutismo y a veces en televisores separados? ¿Y que a eso se sumará que desde la llegada a la casa del niño –a media tarde– habrá una brecha de dos a tres horas en que no hará tareas, ni solo ni acompañado, y así podrá duplicar entonces su ingesta de imágenes y, además, por cuenta propia?

Por lo menos el alcalde reconoce que esa brecha existirá y declara: “Aquellos que estén preocupados porque sus niños llegarán antes a la casa, donde no habrá quién los cuide, hemos creado talleres extraprogramáticos después del horario de clases”. Genial: si no hay nadie en su casa, en vez de llegar a hacer las tareas y recibir la consabida pregunta en cuanto se encuentre con su madre “¿hizo sus tareas?”, ahora el niño se quedará hasta tarde en otras actividades y sólo se le preguntará: “¿lo pasaste bien?

Y estamos hablando de esos hogares –los que envían a sus hijos a colegios municipales– donde justamente el capital cultural es el menos desarrollado y en los que “hacer tareas juntos” exige de los adultos un esfuerzo por abandonar las pantallas y hacer el magnífico ejercicio humano de calcular, redactar o pintar con sus hijos, a veces a partir de búsquedas conjuntas en internet. Todo eso, al tacho de la basura.

Lo más insólito es que el alcalde sostiene que respecto a los estudiantes que cursen de 1° a 4° medio, no se eliminarán las tareas para la casa, ya que a estos alumnos “hay que meterles el acelerador para que tengan un ritmo fuerte de estudio y se acostumbren a las exigencias de la universidad en un futuro a corto plazo”. Perfecto: en ocho años más, un joven de 15 años llega a primero medio sin haber hecho una tarea en su vida y “se le aprieta el acelerador” para que en el momento de menor estabilidad emocional de la existencia, comience a adquirir un hábito facilito: estudiar y trabajar en serio.

Felices deben estar los sostenedores y directores de colegios particulares subvencionados: en cuanto los papás de los niños que van a los municipales comprueben que sus enanos son cada día más televisivos y más vagos, abandonarán el mundo municipal.