Si los ricos pagan…

Gonzalo Rojas Sánchez | Sección: Política, Sociedad

Dos lugares comunes –que en realidad son dos falacias– están en la boca y en la pluma de personas que parecen no haber reflexionado o discutido el tema, antes de lanzarse a difundirlo.

En esta oportunidad, nos haremos cargo del primero de ellos: “Si una persona con plata puede ir y hacer tal cosa, es muy injusto que la que no tiene medios económicos esté privada de eso, por lo que el Estado se lo debe asegurar por ley, garantizándole la ayuda monetaria”.

La frasecita se ha utilizado muchísimo para el aborto y ahora aparece también en palabras de un pre candidato presidencial para justificar una operación de cambio de sexo, seguida de la consiguiente modificación de nombre en el registro civil.

Si los ricos pueden hacerlo porque pueden pagar y, además, en el caso del aborto, nadie se entera, con igual razón deben poder hacerlo los pobres gracias a la ley y a la ayuda estatal”.

O sea, lo que importa no es la bondad o maldad de la acción sino su factibilidad en manos de un poderoso. El hecho parece quedar legitimado por la determinación con que un sujeto, el rico, busca para sí mismo cualquier cosa que puede pagar, lo que misteriosamente confiere a su acción carta de legitimidad para que el pobre también la pueda realizar. ¿Vale igual este criterio para la coima, la adquisición de drogas sofisticadas, la contratación de un sicario o la compra de una blanca prostituta? Si el dinero permite el aborto clandestino y supuestamente seguro, y la operación de cambio de sexo, ¿esas acciones cambian de moralidad porque se las pudo pagar? ¿El dinero determina la moralidad de la acción? Obviamente, no.

Lo que hay detrás del argumento criticado es, una vez más, una transferencia ideológica inadvertida, por la cual se asume como categoría fundante la lucha de clases: si los ricos pueden hacerse daño a sí mismos, es el colmo que los pobres no estén autorizados y financiados por el Estado para proceder del mismo modo. Y cuando el Estado sea tan poderoso que ya haya logrado suprimir a los ricos, ellos por lo menos podrán gozar de estos derechos sociales de acceso universal, en su calidad de nuevos pobres.

Si hoy sólo “los ricos poderosos” pueden hacerlo, mañana será “el Estado todopoderoso” el que le permitirá y pagará a todos para hacerlo.

Para la semana siguiente nos queda: “Un adulto puede hacer lo que quiera con su vida, con tal de que no dañe a otros”.