Problemas “estructurales”

Fernando Villegas | Sección: Historia, Política, Sociedad

No es raro que se esté oyendo la expresión “problemas estructurales” con más frecuencia que las frases en vigor hasta hace no mucho, esas encantadoras sentencias que llenaban de miel el oído, siendo “educación gratuita y de calidad” la más famosa de ellas. No es raro porque el “nuevo-hablar” corresponde por partida doble a la gramática de los tiempos; por un lado por la presencia abrumadora de los problemas, por otro el hecho de no haber proceso de transformaciones profundas sin que “más temprano que tarde se abran las anchas avenidas” de la siutiquería verbal y las poses histriónicas. Inevitable y previsiblemente llega la época cuando los protagonistas del asalto al Cielo cambian de vestuario por uno más combativo y/o alternativo, se pelan al rape o dejan espesas barbas o ambas cosas a la vez, adoptan calamorros en vez de mocasines y gustan arropar su desnudez conceptual con semánticas sugerentes.

Por necesidad, entonces, tenía que amanecer el día cuando se exhumaran los “problemas estructurales” desde su cripta de los años 60. La frase ha brotado de boca de Eyzaguirre, se la hemos oído a Guillier, a Lagos, a ministros de Estado como Valdés, a políticos de segunda fila tratando de pasar a primera división, a historiadores, ensayistas, autoridades menores de gobierno y a opinólogos sensibles a los cambios y al oportunismo, de los cuales hay legión. Además de la afectación verbal ya mencionada muchas son las razones para la resucitación de una frase que hizo furor en la década de la lucha contra el colonialismo, la glorificación de la guerrilla en la selva, las revoluciones en libertad, los focos guerrilleros y el “let it be”. En esos años cada semana un nuevo mistagogo publicaba su teoría estructural o estructuralista o en subsidio sacaba un texto para explicar los estructuralismos ajenos, de cuyo uso y abuso era ícono el señor Althusser, ya en esos tiempos incomprensible y hoy todavía más. Fue uno de los tantos intelectuales franceses neo-marxistas que se pusieron de moda, uno de los que sacaron certificado de profundidad rizando el rizo de manera completamente contraria a la tradición francesa de pensamiento cartesiano y claro, lógico y límpido. Para no ser menos alguien, acá en Chile, sacó un libro que era “para leer”, el Para leer el Capital de Althusser, engendro igual de engorroso y oscuro aunque no por eso se ha escrito todavía un “para leer para leer para leer el Capital”. Denles tiempo.

Las razones para este “revival” son, ya dijimos, varias. Desde luego la expresión suena bien, académica, quizás hasta inteligente porque sugiere que el usuario hace mención a factores misteriosos e invisibles que escapan a los meros fenómenos superficiales captados por el vulgo. Además da a entender que siendo dichas razones tan profundas, tan “estructurales”, son por lo mismo de larga data, lo cual implica que los supuestamente a cargo de resolver HOY los asuntos tienen escasa o ninguna responsabilidad. Es el motivo de su uso por Valdés, quien culpa del estancamiento de la economía NO a las medidas tomadas por este gobierno, sino a “razones estructurales” que luego se predican, con apenas algo más de detalle, como una “falta de innovación de los empresarios”, un “agotamiento del modelo” o un “hay que” agregar valor a nuestras exportaciones, esta última una variante muy antigua del léxico económicamente correcto, de cosecha más o menos de la época de Chile, un Caso de Desarrollo Frustrado de Aníbal Pinto.

Un caso de pensamiento frustrado

Esta pegajosa, reiterativa explicación –¿o justificación?– basada en las estructuras habla más bien de un caso de pensamiento frustrado. Ampararse en factores generales cuya validez, de tenerla, es muy difusa y se extiende largamente en el tiempo es una lamentable falacia de la cual se esperaría escaparan personas con títulos y posgrados. No se requiere haber estudiado el Organon Aristotélico para darse cuenta de que no es adecuado explicar variables por medio de constantes, fenómenos particulares con “contextos”. ¿Qué se diría de un patólogo que en vez de explicar la muerte de doña Juanita por obra de un virus letal, un accidente de tránsito, un disparo en la sien, un patatús cardíaco o un cáncer galopante adujera que “todos los seres humanos son mortales, doña Juanita era mortal, por tanto tenía que morirse…”?

La condición de exportador de materias primas con poca o ninguna elaboración se extiende a lo largo de toda la vida de Chile como nación y es entonces una constante, pero por lo mismo, dentro de ese extendido lapso, ha podido haber y de hecho ha habido distintas opciones de política económica con distintos resultados DENTRO del mismo contexto. Todo sistema de coordenadas tiene un número de casillas y por tanto, grados de libertad. Y habiendo grados de libertad, hay grados de responsabilidad y grados de eficacia. No es el “agotamiento del modelo” el que explica la parálisis del momento, como no es la “condición humana” de doña Juanita lo que explica su deceso, sino políticas tributarias y laborales que pudieron no tomarse o tomarse de otro modo, con efectos diferentes. Más aun, no se requiere tener un Nobel en Economía para darse cuenta de que la vieja afirmación que nos decía, en los años 50 y 60, haber un “deterioro en los términos de intercambio” desfavoreciendo el precio de nuestras materias primas se ha dado una vuelta de carnero; hoy son las manufacturas las que, debido al desarrollo y difusión de las tecnologías, se han convertido en commodities, mientras la materia prima, por naturaleza independiente de la pura voluntad humana en su existencia y volumen, es la mercancía que hoy tiene primacía. Cualquiera produce autos o computadores, pero no todos tienen tierras y clima para producir buen vino o poseen grandes yacimientos de cobre.

Hay un Ministerio de Economía que teóricamente debiera preocuparse de las medidas que favorezcan el desarrollo de actividades económicas que pretendan aprovechar los recursos del territorio, pero, ¿cuáles han sido esas medidas? ¿Qué se ha hecho para desembarazar a los tan alabados emprendedores de la maraña burocrática que parece no tener otro propósito que demorarlos y baldarlos? ¿Qué se ha implementado para evitar que un proyecto NO sea detenido por llamados telefónicos nacidos del interés político, del capricho de tal o cual sujeto, de cálculos minúsculos?

El verdadero problema estructural

Tal vez haya un “problema estructural” después de todo. Estructural es por cierto el permanente no saber presidencial de absolutamente nada de lo que pasa o en su gobierno o en su familia, estructural la vocación de S.E. por victimizarse y lagrimear a nombre y cuenta de hijos o hijas cuando las críticas apuntan a otra cosa, estructural la disposición de sus funcionarios a declararse irresponsables de todo lo que sucede salvo que suceda bien, lo que aún no ocurre, estructural la paranoia que denuncia conspiraciones fascistas o golpistas cada vez que las cifras marcan otra campanada fúnebre para las cuentas de país, estructural la inepcia en gestión alcanzando a menudos ribetes de farsa, como la protagonizada por el director de Conaf y estructural la masiva inclinación por el cantinfleo; todo eso configura la planimetría de una vasta, torpe y tóxica estructura mental de amplio espectro. Es una estructura que abarca en su generoso seno a quienes nos gobiernan, a sus ayudistas, a sus gacetilleros vocacionales o a honorarios, a sus operadores, a congresistas, funcionarios “de confianza” y la innumerable horda de apitutados en organizaciones internacionales con un barniz académico o de centro de estudios. He ahí una estructura cumpliendo con todas las condiciones para funcionar como causa pues explica convincentemente un efecto también permanente, a saber, la ineficacia e inoperancia envueltas en el lenguaje glorioso de la justicia y la equidad. Es de temerse que se trate de una estructura patológica de la que los pacientes no se mejoran nunca.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Tercera.