2017: Gratuidad con “tutti”

Sergio Urzúa | Sección: Educación, Política, Sociedad

#10-foto-1-autorAño nuevo, vida nueva. A dejar atrás las amargas columnas del 2016. A colgar el traje de villano tecnócrata. A olvidar cifras, tablas y gráficos. A cerrar los textos de economía. Al menos por un rato abrazar las ideas de aquellos que desconocen la escasez de los recursos y el poder de los incentivos, que no entienden de prioridades en políticas públicas, que despotrican en contra de los mercados. ¡Liberalizador!

Terminado el 2016, el año de la productividad –irónico, pues todo indica que esta dejó mucho que desear–, ¿con qué cerrará la administración su cuarto año? ¿Proceso constituyente, reforma de pensiones pro reparto, anuncios de más hospitales? No son pocas las opciones. Sin embargo, no se debería abandonar la obra maestra, la Capilla Sixtina de la Nueva Mayoría. El 2017 tiene que ser el de la gratuidad, pero con tutti.

El relato está instaurado. Las autoridades hablan de los inmensos beneficios de la gratuidad en educación superior. Pueden haber existido “desprolijidades”, pero el logro está: miles estudian hoy gratuitamente. ¿Calidad de los programas? Puede esperar. ¿Análisis de costo-beneficio de la “gratuidad”? Pasado de moda. ¿Terremoto financiero para buenas universidades? Había que bajarlas de los patines. ¿Desaparición arbitraria del AFI? Todo sea por la reforma y el programa.

Por lo mismo, hay que cerrar estos cuatro años con un broche de oro. Toda la carne a la parrilla. La educación es un derecho social, no da espacio para complicaciones economicistas. Aquí entonces la idea: ¿Por qué parar la gratuidad en títulos de pregrado? ¿Por qué no barrer con el mercado también en los posgrados?

Y podemos ser generosos, total, con la excepción de algunas oficinas en Teatinos 120, en el nuevo Chile las restricciones presupuestarias no importan. ¿Ud. quiere hacer un magíster en Administración de Negocios (MBA) o en Derecho (LLM)? Adelante, el Estado se lo paga. ¿Fuera de Chile? Por supuesto, no hay problema. La educación es un derecho y debe ejercerse donde al ciudadano le dé la gana. Además, si la calidad local es reguleque, qué mejor solución que estudiar en buenas universidades extranjeras. Y, por cierto, al hacer estos títulos gratuitos se promueve la inclusión. ¡Dos pájaros de un tiro!

No faltarán los críticos tecnócratas: ¿Es que estos programas no tienen retornos sociales? Perdón, si con un MBA alguien contribuye a una empresa, o crea un negocio, generando así nuevos empleos, eso genera beneficios sociales ¿Es que sus retornos privados son altísimos? Sí, pero eso también era cierto de muchos programas de pregrado y no impidió hacerlos gratuitos. ¿Es que las prioridades deben estar puestas sobre la educación temprana? Nuevamente, eso siempre ha sido cierto y no detuvo la idea de gratuidad. ¿Alcanza la plata? Nunca lo hizo e igual avanzaron. ¿No es regresiva la idea? Otra vez la latera pregunta. Por favor, estamos hablando de la obra maestra. Sus consecuencias y el enderezamiento del rumbo vendrán luego. Serán responsabilidades de otros.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio de Santiago.