Premio injusto

Axel Buchheister | Sección: Historia, Política, Sociedad

#03-foto-1Los colombianos han dado una muestra de sensatez y valor al sobreponerse a las manipulaciones y presiones que sufrieron en el plebiscito del domingo pasado.

Un referendo convocado para que el pueblo se pronunciara sobre el acuerdo de paz con las Farc. Pero la realidad fue que se pretendió utilizar a la gente, no que pudiera discernir libremente. Desde la pregunta en el voto: “¿Apoya usted el acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera?”. Tendenciosa, porque transformaba el acuerdo en sinónimo de la paz duradera y votar en contra de él, era optar por la guerra eterna.

La democracia supone un voto informado, fruto del debate. Éste no sólo no existió, sino que se llegó a montar un show a nivel internacional para firmar el acuerdo, que incluyó hasta al secretario general de la ONU, en vísperas de la votación. El mundo le vino a decir a los colombianos cómo debían votar. Un acto que además dejó en evidencia otra manipulación: los colombianos no conocían el texto final y fidedigno del acuerdo que estaban llamados a aprobar.

Se ha dicho que el No ganó por la abstención, ya que votó un tercio del electorado. Pero si el gobierno rebajó el umbral de validez del plebiscito del 50% al 13%, con lo que contaba con una alta abstención y apostó a ella.

El “apremio internacional” incluyó a Chile. Mientras la izquierda aquí promueve que no haya “ni perdón ni olvido”, el gobierno de la Nueva Mayoría atizó lo contrario en Colombia. El canciller chileno dijo allá que el triunfo del No sería como “un desastre, porque implicaría el retorno a la lógica de las balas, de la confrontación y la muerte”. Un menosprecio al juicio de los colombianos. Si era así, ¿para qué se los llamó a votar? Por lo demás, los hechos posteriores están demostrando que no era cierto.

Pero la intervención continúa: ahora le dieron el premio Nobel de la Paz al Presidente Santos por el fallido intento. Para los que creen que el discernimiento del Nobel de la Paz es sacrosanto, cabe recordarles que también se lo otorgaron a Barack Obama y por el solo hecho de ser electo. ¿Se lo darían hoy, después de siete años de gobierno? Y, sobre todo, la paz que se logre en Colombia se deberá realmente a lo que hizo Álvaro Uribe. Asumió la presidencia de un país que se catalogaba de fallido y luego que su antecesor, intentando conversaciones de paz, cediera parte del territorio a las Farc, gesto que fue aprovechado por los guerrilleros para intensificar su actividad subversiva y delictiva.

Uribe, en cambio, bajo la tesis de la seguridad democrática –mano firme, pero con las armas del estado de derecho– los hizo retroceder. Fruto de ello y de otros logros suyos, es que hoy la gran mayoría de los colombianos gozan de tranquilidad y progreso. Este ambiente es el que ha hecho factible una negociación de paz, aunque mal llevada por Santos, con todo tipo de concesiones irritantes, cuando no había por qué entregarlas, puesto que las Farc –gracias a Uribe– no son ni la sombra de lo que fueron. Entonces, ¿quién se merece realmente el Nobel de la Paz en Colombia?

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Tercera.