Dios

R.P. Raúl Hasbún | Sección: Historia, Política, Religión, Sociedad

#06-foto-1Su nombre griego, Theós o Zeus, significa “el que todo lo ve”. Yahve, en hebreo, es “el que es, el que está siendo y no puede menos de ser”. Con y desde Jesucristo se llamará “Padre”. Y Juan, su dilecto discípulo, escribirá: “Dios es Amor”. Repudiar la invocación del nombre de Dios es ocultarse de Uno que observa, aprueba o condena aun el más secreto pensamiento o acto humano; es negar toda posibilidad de que Alguien supere la medida efímera y la calidad precaria de toda existencia humana; es repudiar la sola mención de una fraternidad universal, basada en un Padre que abraza como hijo a todo ser humano; es imponer por decreto la ley del odio y la lucha armada para destrucción del enemigo, denunciando como un sedante opiáceo la interesada invocación del amor como ley rectora de la historia humana.

El intento actual del partido comunista de Chile por suprimir la invocación del nombre de Dios en actividades legislativas es del todo coherente con sus principios fundacionales. Marx tomó como epígrafe de su tesis doctoral el grito de rebelión del mítico Prometeo: “odio a todos los dioses”. Agudos sicoanalistas del marxismo han detectado que este odio de su fundador a toda divinidad constituye el núcleo del pensar dialéctico y del actuar violento, característicos del partido comunista. Todo razonamiento ha de plantearse en términos de conjunción adversativa (o-o); jamás copulativa (y-y). Y esta dialéctica disruptiva tendrá que imponerse mediante la violencia armada, única partera de la historia. De ahí que el gran enemigo a vencer sea precisamente el creyente en Dios. El se sabe observado por la mirada de su Creador, que establece la infranqueable línea divisoria entre el bien y el mal. El aspira a prolongar su existencia frágil y precaria, convirtiendo su muerte en un tránsito hacia la vida y la paz que Dios promete a sus elegidos. El abraza como hermano a todo miembro de la familia humana. El sabe que el amor, y sólo el amor abre las puertas de la paz y de la vida, así en la tierra como en el cielo. A este adversario natural y principal hay que derrotarlo con una estocada al corazón: se le prohibirá siquiera invocar el nombre de un Dios condenado al exilio. Se le reemplazará por “el pueblo”.

Pero ese pueblo honra por ley cada “Domingo” como “Día del Señor”, y descansa obligatoriamente en 9 feriados religiosos. Subordina sus deseos y proyectos al “ojalá= Dios quiera”. Celebra su Independencia con un solemne Te Deum. Alaba en su Himno Nacional esa blanca y majestuosa montaña que le dio por baluarte el Señor. Hace suyo el imbatible celo de Dios por la vida y derechos del hombre. Y conoce el significado de Camila: “la que está en presencia y al servicio de Dios”.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Revista Humanitas, www.humanitas.cl.