Los problemas cotidianos del chileno común

Ricardo Leiva | Sección: Política, Sociedad

#01-foto-1-autorEl mismo día que colapsaba el servicio de Urgencia del hospital San José, dejando a docenas de pacientes con sus dolores y sus heridas esperando durante horas en los pasillos del atestado centro asistencial de Independencia, un reconocido líder de opinión de la elite progresista de nuestro país publicaba una columna sobre los problemas del gobierno, diciendo textualmente: “El común de los mortales parece continuar su vida con bastante normalidad. Tengo la impresión de que esta vez ‘la crisis’ está golpeando más a los ricos que a los pobres”.

La Presidenta Michelle Bachelet hizo declaraciones con un tono similar un par de días después: “Hay una crisis de confianza, pero no una crisis de institucionalidad en Chile, porque las instituciones están funcionando”. O sea, el país avanza, las instituciones funcionan, el declive político y económico que sufre Chile se debe sencillamente a un quiebre de la relación entre el gobierno y la ciudadanía, porque la gente ya no sueña ni tiene esperanzas, pero aparte de eso, todo sigue igual. “Nos ha tocado duro, porque no son tiempos fáciles para la política”, se lamenta el ministro Marcelo Díaz, cuando le preguntan por qué el gobierno sigue cayendo en las encuestas. Es verdad: no son tiempos fáciles para los servidores públicos. Es la culpa del tiempo en que nos tocó vivir. Es que los chilenos se han vuelto tan exigentes y no se conforman con nada. Siempre piden más y más. En La Moneda ya no saben qué hacer para dejarlos contentos. El común de los mortales ya no confía, aunque el país sigue adelante con normalidad.

¿Será así? Me temo que no, pues muchos indicadores sociales y económicos—como la tasa de desempleo, el índice de actividad mensual y la victimización de los hogares—demuestran que, efectivamente, la calidad de vida de los chilenos se está deteriorando progresivamente, y el gobierno—junto a otros actores y organismos del aparato público—no están revirtiendo esa situación.

Cuando el 92% de los chilenos reprueban la gestión del gobierno en materia de delincuencia, según la última encuesta de Adimark, no lo hacen sólo porque sienten desconfianza, sino principalmente porque tienen miedo o han sufrido, ellos o sus cercanos, algún robo o asalto en su propia casa, en su auto o en la calle. Es también porque a muchos pequeños comerciantes de Recoleta o Maipú les han descerrajado su almacén por décima vez. O porque a muchos vendedores de un centro comercial o una cadena de farmacias les han apuntado con una pistola para quitarles la plata del cajón, y ven que la gran mayoría de los delitos queda en la más absoluta impunidad.

El 77% de los chilenos que reprueban la gestión del gobierno en materia de salud no sólo sienten desconfianza. También deben esperar durante horas en un servicio de Urgencia como el del San José, con un niño en brazos que sufre una nueva infección respiratoria por el incremento de la contaminación en Santiago. O deben esperar durante años a salir de una lista de espera porque no hay anestesistas ni oncólogos en Concepción o Punta Arenas, y ven que los hospitales que se prometieron en la campaña electoral no se están construyendo.

El 88% de los chilenos que reprueba el funcionamiento del Transantiago, no lo hace sólo porque ya perdió su confianza en el ministro de Transportes. Detrás de esa lapidaria valoración también hay mucha amargura por las dos horas de viaje que se sufren diariamente en un sistema de transporte colapsado y deficitario, que más encima deja frecuentemente a miles de usuarios botados por las fallas del Metro.

En una proporción relevante de los chilenos que rechaza la gestión económica del gobierno en materia económica (77%) hay muchos que se han quedado sin trabajo o que tienen algún familiar o amigo que perdió su empleo, y no ven, en el corto plazo, posibilidades de encontrar uno nuevo o de que les suban el sueldo, porque la economía está estancada y seguirá así por varios años. Es casi el mismo porcentaje de compatriotas que reprueba el sistema de AFP, porque teme recibir en el futuro una pensión que no superará los 200 mil pesos mensuales, porque durante muchos años ha trabajado sin contrato o porque el ingreso promedio de los chilenos bordea apenas los 400 mil pesos.

#01-foto-2El 76% que desaprueba la gestión del gobierno en educación, no lo hace solo por un déficit de confianza. Muchos de ellos también están cansados de que sus hijos, chicos talentosos y estudiosos como los alumnos del Instituto Nacional, no puedan asistir a clases porque un grupo minoritario se tomó el colegio. También ven con impotencia cómo la gran reforma educacional que prometió el gobierno para mejorar la calidad de la educación no avanza en absoluto, por lo que seguirá reproduciéndose la gran desigualdad que existe entre colegios privados, públicos y subvencionados.

El país no avanza con normalidad, y no es cierto que esta sea una crisis de la elite, la clase dominante o los ricos. Los que más sufren la delincuencia viven enrejados en La Pintana, Conchalí y Cerro Navia, porque no cuentan con guardias privados ni motoristas municipales ni pueden pagar un servicio de alarmas. Los enfermos de Independencia deberán volver al hospital San José, a su pesar, porque no pueden atenderse en una clínica privada. El común de los mortales no discute sobre la nueva Constitución en el Liguria ni con los vecinos de su segunda vivienda ecológica en Cachagua. Ellos no se pueden dar esos lujos. Tienen problemas más urgentes y concretos que atender. Y sienten que nadie les está ayudando.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Tercera.