El asalto de los hunos

Jaime Antúnez Aldunate | Sección: Educación, Política, Sociedad

#07-foto-1Debe felicitarse a “El Mercurio” por su portada del viernes 22, con la fotografía y la información del Festival de cumbia en un Instituto Nacional “en toma” por sus alumnos. Una imagen habla más que mil palabras.

Desde el gobierno militar hasta el presente, a través de los medios, a los que se han sumado posteriormente las redes, una infinidad de agentes responsables de la educación en Chile se han sucedido en una de las discusiones que, sobre todo en los últimos años, mayormente han copado los sentimientos de la opinión pública. En el trasfondo de esa discusión, siempre in crescendo, que atraviesa ya décadas, ha estado y está siempre el paradigma idealístico de asegurar la calidad de la educación para las nuevas generaciones que harán el futuro de la patria.

No obstante ello –y salvo contadísimas excepciones–, las cuerdas, las maderas y los bronces que se han sucedido en la interpretación de esta larga y cacofónica sinfonía, que yo recuerde, jamás han dejado espacio a la memoria o significado de quienes realmente representaron ayer, o representan hoy, aquello que supuestamente todos dicen perseguir: una educación de calidad.

En efecto, el “¡Profe, ponga cumbia!” aclamado como la consigna de un festival en el más emblemático recinto educacional de Chile –hoy aherrojado–, antesala de la Casa de Bello, dirigido antes de ocupar la Presidencia de la República y culminar los tres decenios cumbres en la gobernación de la nación por don Manuel Montt, entre otros insignes rectores, no puede ser mayor símbolo de la confusión total del significado de las cosas que nos domina.

Pues, si hay algo evidente es que esas cuerdas, esas maderas y esos bronces que llevan la melodía, lo menos que tienen que ver es con los tonos de un Juvenal Hernández, un Jorge Millas, un Mario Góngora o un Jaime Eyzaguirre. Y sí, casi exclusivamente, con organigramas, gastos, presupuestos, derechos “inalienables” y un largo etcétera que consume todas sus energías, sin que nadie reclame levantar la vista.

Cuando los hunos y otros bárbaros invadieron el Imperio Romano se sufrieron, como era esperable, devastaciones horribles. No obstante, en una montaña cercana a Roma, en un lugar llamado Subiaco, había comenzado un movimiento que, como describe magníficamente Montalambert, guardaba las esencias de la cultura, que se fueron esparciendo y que luego grandes figuras, como Alcuino, transformarían en pedagogía, forjando una civilización con verdadera “vocación universal”, como ha recordado hace algunos día el Papa Francisco.

Cuando cansados de tantos años gastados en infinitas discusiones, vemos hoy a nuestro Instituto Nacional aturdido por la proclama “¡Profe, ponga cumbia!”, no solo podemos preguntarnos si todo esto ha valido para algo la pena, sino acaso, sobre todo, no ha llegado la hora de un “¡Basta ya!” consciente, consensuado y definitivo.

 

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio de Santiago.