La distorsión de la realidad

Ricardo Leiva | Sección: Política, Sociedad

#06-foto-1Hace algunos días, el intendente de La Araucanía, Andrés Jouannet, sorprendió a todos al señalar que su región es “la tercera más segura de Chile”, lo que sólo habría parecido un mal chiste si no hubiese venido de la persona a cargo del gobierno de la región donde cada día encapuchados queman iglesias, saquean fundos y destruyen camiones. Es la misma personalidad que algunas semanas antes había comparado los atentados terroristas de su zona con los portonazos sufridos en la capital, lo que demuestra hasta qué punto muchas personas que ocupan cargos públicos o ejercen puestos de liderazgo son capaces de observar y diagnosticar selectivamente, como lo hacía el fundador de Apple, Steve Jobs. Según su biógrafo, Walter Isacsson, Jobs contaba con “un campo de distorsión de la realidad”, “una voluntad indomable y una disposición a adaptar cualquier dato que se adecuase al propósito perseguido”. Con su exceso de confianza, su estilo casi dictatorial, su gran carisma y su voluntad indomable, Steve Jobs moldeaba la realidad a su antojo y convencía—o se imponía—a sus socios y empleados para alcanzar objetivos casi irracionales, y cumplir plazos que a todos los demás les parecían sencillamente inalcanzables.

Desgraciadamente, el campo de distorsión de la realidad no sólo parece haber afectado a Andrés Jouannet, sino también a otras autoridades que majaderamente nos han repetido que la inseguridad ciudadana no es más que “una percepción” sin base, una sensación casi ficticia propiciada por los medios de comunicación.

Están equivocados”, sugerían esos altos funcionarios, quienes aseguraban que “la delincuencia y la inseguridad están disminuyendo”, pero esto fue categórica y totalmente desmentido por la última Encuesta Nacional de Victimización, la que corroboró lo que la mayoría de los chilenos ya sabía: lejos de disminuir, la victimización ha empeorado significativamente, lo que explica que el 26,4% de los hogares haya sufrido el año pasado la arremetida de los delincuentes, retrocediendo todo lo que se había ganado desde 2011 en materia de criminalidad.

Como la Encuesta Nacional de Victimización zanjó definitivamente la discusión entre realidad y percepción de inseguridad, ahora los encargados de combatir la delincuencia y la violencia ensayan excusas nuevas, repitiendo que este es un problema “mundial”, que Chile “sigue siendo el país más seguro de América Latina”, que se necesita “más educación”, y algunos se han atrevido a repetir  que “la delincuencia se debe a la gran desigualdad que sufrimos”, sin reparar que son precisamente los pobres lo que más sufren el temor, el peligro y las constantes visitas de los malhechores.

Pero no sólo en materia de seguridad ciudadana el gobierno niega lo innegable. También en el ámbito económico el campo de distorsión de la realidad está produciendo asimetrías considerables entre la terca sucesión de los hechos y la voluntarista lectura de las autoridades, quienes insisten en culpar de nuestras desgracias a la situación económica internacional y a la “psicología de los chilenos”, como hizo el nuevo ministro del Interior, Mario Fernández.

El FMI, el Banco Mundial, la OCDE y hasta el Banco Central han rebajado sistemáticamente nuestras previsiones económicas y han salido a reconocer lo evidente: que el desempleo va a seguir subiendo porque la inversión se ha desmoronado por tres años consecutivos y que este año, con suerte, creceremos un 1,5%, llevándonos a lo que el economista José Ramón Valente definió como “la tercera división de América Latina”. Pero para Rodrigo Valdés y Mario Fernández la incertidumbre que está estancando a la economía chilena no son “un dato económico”, sino un “estado de ánimo más para psicólogos”, otra percepción equivocada, otra sensación ficticia de que las cosas van mal cuando en realidad va todo bien, otra señal de que se  equivoca el 77% de los chilenos que reprueba la gestión económica del gobierno.

No hay peor error en el liderazgo público que infundir falsas esperanzas que pronto se disiparán”, escribió Winston Churchill en su libro “El vuelco del destino”. Pero como Churchill era un depresivo, es probable que algunos aquí en Chile le hubiesen dicho que consultara un buen psicólogo.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Tercera.