Cervantes in love

Pilar Guembe y Carlos Goñi | Sección: Arte y Cultura, Familia, Sociedad

#10-foto-1En la época de Miguel de Cervantes no había kleenex, esos pañuelos de papel de usar y tirar. Ahora, en cambio, todo es de usar y tirar. Antes, una dama solía dejar caer su delicado (y bordado) pañuelo con el fin de que un señalado caballero lo recogiera y se acercara a ella para devolvérselo. Se producía así la primera mirada, el primer encuentro, el primer cruce de emociones. La entrega duraba unos instantes, pero aquel trozo de tela había obrado el milagro (o la “industria”, como exclama Basilio en el Quijote): había obligado al joven a acercarse a la doncella y a despertar un sentimiento que quizá hubiera permanecido dormido para siempre.

Pero ahora todo es de usar y tirar. También el amor. Muchos jóvenes simplemente no saben qué es el amor, nunca han estado enamorados. Han tenido muchos ligues, es verdad, y han llegado muy lejos en los juegos amorosos; sin embargo, no saben qué es el amor. Les resulta demasiado fácil empezar y poner fin a una relación, no tienen que luchar por conseguirla, por conservarla, por hacerla crecer, por mantenerla viva. Están habituados al paquete de kleenex: cuando se usa uno, se toma otro.

Nuestros jóvenes no están acostumbrados a luchar, ni siquiera por amor. Por eso, probablemente no les hagan mella estas palabras que hace decir Cervantes a don Quijote: “Y así como en la guerra es cosa lícita y acostumbrada usar de ardides y estratagemas para vencer al enemigo, así en las contiendas y competencias amorosas se tienen por buenos los embustes y marañas que se hacen para conseguir el fin que se desea, como no sean en menoscabo y deshonra de la cosa amada” (II, cap. 21).

No hace falta competir por lo que no cuesta conseguir, no es necesario luchar por lo que está al alcance de la mano, no hay por qué preocuparse por lo que, en el fondo, no creemos que tenga importancia. No hay que pasar penas por lo que no vale la pena. Pero para muchos jóvenes de nuestros días, el amor es una palabra hueca, sin significado, sin valor, algo así como una cursilada de telenovela.

Cuando un chico, cuando una chica, se enamora, tenemos que alegrarnos, porque nos hallamos ante el nacimiento de un nuevo caballero, o dama, andante, que no lo fuera tal si le faltara el amor, pues sería, en palabras de don Quijote, como “árbol sin hojas y sin fruto y cuerpo sin alma” (I, cap 1), “edificio sin cimiento y sombra sin cuerpo” (II, cap. 32).

Aunque sabemos que tarde o temprano sufrirá (no hay amor sin sufrimiento: “por desventura lo soy”, responde don Quijote al caballero del Bosque cuando le pregunta si “por ventura es enamorado”), debemos celebrar que ha descubierto el sentimiento más importante en la vida de una persona, el sentimiento que lo mueve y lo explica todo, ha descubierto el amor, ese que no es de usar y tirar, ese que nos envasa “una flecha de dos varas por el lado izquierdo” y nos pasa “el corazón de parte a parte” (II, cap. 56) y por el que “se tienen por buenos los embustes y marañas”. Alegrémonos, pues, y ayudemos a nuestro hijo, a nuestra hija, a saborearlo, a comprenderlo y a vivirlo.

 

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por los autores en su blog Familia actual, https://blogs.aceprensa.com/familiaactual/.