Sobre la rectoría Swett

Gonzalo Rojas Sánchez | Sección: Educación, Historia, Política

#01-foto-1-autorEn las últimos meses, en el contexto de la discusión universitaria nacional, algunas autoridades criticaron mediante declaraciones o actos públicos la gestión de algunos rectores delegados durante el periodo 1973-1990.

La historia de la recuperación de las ocho universidades existentes a septiembre de 1973 está aún por hacerse, pero algunos podemos dar fe de una pequeña parte de esa tarea.

Llegué a la P. Universidad Católica de Chile como alumno en marzo de 1971, en los primeros meses de la UP. Pude constatar ahí, en vivo y en directo por lo tanto, que se hacía realidad lo que se había propuesto el rector Fernando Castillo Velasco: lograr “una universidad inserta en Chile y en las luchas de su pueblo: tenemos un compromiso ético e histórico con la liberación de la sociedad chilena que guía nuestro trabajo y lo orienta en el servicio de la Comunidad Nacional; postulamos, junto a las mayorías del país, la necesidad de trabajar por la sustitución del actual sistema económico, político y social y es en ese sentido que se dirigen nuestras acciones”, había afirmado.

Entre la toma de 1967 con el consiguiente nombramiento de Castillo Velasco como rector, y el 10 de septiembre de 1973, nuestra universidad se había ido transformando en un foco permanente de activismo marxista en la docencia, la extensión y una pseudo investigación a cargo de centros completamente controlados por los partidos de izquierda. Hubo profesores que contribuyeron muy significativamente a lo que el rector Castillo Velasco se proponía. Quienes se sumaron a esa opción, asumieron una postura parcial, militante, comprometida y descalificadora, condiciones todas que son siempre incompatibles con la verdadera universidad y con su auténtica autonomía.

Por eso, la rectoría de don Jorge Swett Madge se hizo cargo de una universidad destrozada por la ideología y el activismo. Nombrado por la Junta Gobierno el 3 de octubre de 1973 y por el Gran canciller cardenal Raúl Silva Henríquez el día 11, fue justamente el rector Jorge Swett, –quien contó con la colaboración de insignes profesores de la universidad. Como Francisco Bulnes R., Fernando Martínez P.C. y Jaime Guzmán E.– quien recuperó la autonomía, ordenó la administración interna, elevó el nivel de todas las actividades universitarias y puso las bases de la gran universidad de hoy.

Unos pocos datos, entre cientos que muestran el notable desarrollo de la universidad en un clima de paz y trabajo entre 1973 y 1983: se pasó de menos del 10% de profesores-doctores a más del 21%; de 55 proyectos de investigación financiados por año a más de 220; de 12 programas de postgrado a más de 23. Y así, en todo.

Trabajé para esa rectoría por un par de años. Soy consciente de algunos errores cometidos, pero también soy responsable –en cuanto historiador– de ayudar a la custodia de la verdad y a recordar que cualquier reconciliación debe construirse no sobre la descalificación de quienes rehicieron la universidad desde septiembre de 1973, sino sobre el reconocimiento de la lamentable situación previa de la corporación, la que exigía medidas rectificadoras justas, aunque a veces dolorosas.