VIH: “Protégeme de mí mismo”

Luis Luque | Sección: Educación, Sociedad

Desde 2008, los nuevos casos de infección por VIH cada año en España no bajan de los 3.000, y de estos, la mayoría (62%) corresponde a hombres que tienen sexo con otros hombres. Son los datos. ¿La causa de estos índices? Tal vez el colectivo gay ha perdido el miedo a una enfermedad que “ya no mata”, porque se puede tratar en su cronicidad. Pero, según se colige de la postura de la asociación StopSida, la culpa no sería, curiosamente, de los que asumen prácticas sexuales de riesgo, sino de otros.

Un reciente artículo de El Mundo sobre la incidencia del virus en el colectivo gay recogía la opinión de los portavoces de la mencionada ONG, que descargaba la responsabilidad en la “falta de educación sexual” en la escuela y la familia para que los gais puedan practicar el sexo a su modo. “A los gais no se les enseña, por eso el VIH también es una cuestión de derechos”.

Para completar su resbaladizo argumento, StopSida traza una relación directa entre homofobia e infección por VIH. La discriminación, precisa, “te impide quererte, que te cuides, que puedas prevenir la infección. Si te están vulnerando sistemáticamente tus derechos, serás más vulnerable al VIH, porque tendrás menos herramientas”.

Es paradójico enterarse de que, siendo las relaciones homosexuales tan “naturales” como las heterosexuales, se hace preciso impartir un know-how sobre sus procedimientos técnicos. “A los gais no se les enseña”, es la queja, a la que se podría responder que, normalmente, ¡a los heterosexuales tampoco!, y que la relación sexual de pareja es un proceso progresivo de conocimiento mutuo, de errores y aciertos, para el que no hay manual editado por el Ministerio de Educación.

Pero la visión de StopSida y de algunos otros colectivos pasa por incluir dentro del currículum estudiantil una asignatura que enseñe a los homosexuales o a quienes crean serlo a comportarse como tales.

El reclamo no es del todo original, pues va en la línea de lo que se hace en otros sitios, como California. Allí la educación sexual está en el programa de estudios como una asignatura en la que, según el Departamento de Educación, “toda instrucción sobre salud sexual y VIH (…) tiene que incluir las experiencias de los estudiantes gais, lesbianas y bisexuales, así como las de sus compañeros heterosexuales”. Sin embargo, no está previsto incluir la experiencia de los estudiantes que decidan aplazar el sexo y vivir la abstinencia.

Si se trata de evaluar los resultados, las estadísticas dicen que en California a día de hoy viven casi 118.000 personas diagnosticadas con VIH (el segundo puesto nacional, tras Nueva York); la inmensa mayoría de los infectados (83.438) lo han sido como resultado de una relación homosexual, muy por delante los que han enfermado por usar agujas contaminadas (9.453) o por mantener una relación heterosexual (13.836).

 

Destino ciego

Respecto a la hipótesis de que el homosexual, acosado por las circunstancias externas, reacciona casi “abandonándose al destino ciego”, además de ser una justificación asombrosamente pueril, desconoce la capacidad del ser humano para reconocer las circunstancias adversas e intentar modificarlas o procurar que le sean menos lesivas. También ignora las propias historias de homosexuales que no han sido contagiados por el VIH porque mantienen una relación estable con una sola persona.

La realidad habla, más que de indefensión, de conductas verdaderamente temerarias y egoístas en las que el sujeto no repara ya en su propia salud, sino tampoco en la de la otra persona.

Un ejemplo lo trae otro artículo de El Mundo, esta vez dedicado a las chemsex, fiestas de sexo homosexual en las que las drogas (de ahí el chem) ayudan a la concreción de cualquier ocurrencia sexual y la prolongan en el tiempo. Son moda entre la comunidad gay de Madrid.

Al mes nos pegamos una o dos ‘chemsex’”, afirma Miguel Ángel, un informático de 31 años, que se decanta por usar mefedrona, una “droga de diseño” que, además de causar sobreexcitación, puede ocasionar deshidratación y fallo cardíaco, cosa que no menciona el eufórico entrevistado.

Al parecer, StopSida no ha sido informado de estas francachelas, porque ello le haría variar un poco su tesis. Es así que, quien se prepara para tales encuentros, mediados por un narcótico, sabe que este hará decaer su vigilancia sobre cualquier procedimiento preventivo –si es que alguna vez pensó protegerse–, y aun así decide avanzar. ¿Acaso son los demás quienes le empujan a hacerlo? ¿Debe la sociedad destinar tiempo y recursos a enseñarle incluso cómo debe ejecutar los caprichos que él imagina como su “libertad sexual” y a protegerlo de sí mismo en cualquier circunstancia que se le ocurra?

Es cuando menos paradójico que toda una corriente que aboga por quitar barreras a la libertad sexual, le exija ahora a la sociedad que le ayude a educar y formar al “perfecto gay”. Olvidan que, mientras la guía de acción personal sea el placer sexual por sobre todo lo demás, será difícil producirlo en un laboratorio.

 

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Aceprensa, www.aceprensa.com.