Re-constitución

Federico García Larraín | Sección: Política, Sociedad

#01 foto 1 autorIndagar acerca de los motivos de una acción es siempre un asunto delicado, pero a veces puede ser útil para comprenderla. Quizás fue un tanto sorpresivo el anuncio, por parte de la Presidente, de un proceso constituyente para septiembre. Se suponía que tenía que hablar de transparencia, de probidad y esas cosas, y anuncia algo que, al parecer, tiene poco que ver con lo anterior. Pero hay algo: los escándalos del mundo político han afectado sobre todo al gobierno, tanto, que comentadores tan distintos como Hermógenes Perez de Arce, Daniel Mansuy, e incluso Carlos Peña, han anunciado que se trata del fin de un ciclo. Se acabó, y no sólo para Michelle Bachelet (que nunca más será candidata), sino también para la Nueva Mayoría o Vieja Concertación. De hecho, sus últimos dos candidatos ya habían sido presidentes; esa falta de renovación es señal de agotamiento. No parece haber más. Aunque sea algo completamente incidental, el re-establecimiento de relaciones entre Cuba y EE.UU y la avanzada edad de los Castro también indican que una parte de la izquierda, al perder ese “faro de luz”, entrará en el crepúsculo. El ambiente es de barco que se hunde. Poco queda del carisma de Bachelet, de la arrogancia de Lagos. Ante una situación así, es natural querer dejar atado de manos al que venga después (Piñera tiene muchas ganas de serlo), en espera de un nuevo cambio de ciclo. Este es, quizás, un motivo para andar armando constituciones en medio de problemas que requieren soluciones más pedestres.

La idea de nueva constitución para Chile ha tomado fuerza hace relativamente poco tiempo. No en vano la actual lleva la firma de Ricardo Lagos, que la declaró plenamente democrática. Pero eso ya no es suficiente. Chile necesita una nueva constitución. ¿Para qué? Para ser un país mejor, más democrático, justo, solidario, etc. Vaguedades. Ni siquiera se sabe cómo será, ni cómo se redactará, una nueva Constitución. Este segundo motivo es simplemente una fe ciega en el poder un papel impreso, un mesianismo ingenuo que pone sus esperanzas en un empezar de nuevo, porque esta vez, sí, las cosas saldrán bien.

Un tercer motivo para proponer una nueva constitución tiene que ver con la narrativa. La actual tiene un problema de origen: no la hizo la izquierda. O más bien, nace del gobierno que derrocó a Allende, cuyo proyecto sigue inconcluso, como una espina en el corazón de la izquierda. El que ya no se pueda concluir hace ese dolor aún más punzante. Es una búsqueda de justificación: como el proyecto de la izquierda ha fracasado mundialmente, la vía es negativa, por oposición. (Los hechos concretos, por supuesto, no pueden interferir con una buena historia.)

Un cuarto motivo para una nueva constitución podría ser hacerse con el control completo de la sociedad. Pero eso ya sería pensar mal.