Uso ilegal de Misoprostol: ¿aborto, salud, libertad?

Ruggero Cozzi Elzo | Sección: Política, Sociedad, Vida

#04-foto-1-autorHace un par de semanas Chile B informó sobre una denuncia sanitaria contra la Facultad de Medicina de la U. de Chile, por la realización de un “taller” sobre el mal uso de Misoprostol para practicar abortos. Sin perjuicio de lo inaceptable que resulta que en una universidad pública se promueva el uso ilegal de un medicamento, vale la pena detenerse en los argumentos de los defensores de la actividad. Señalan que el aborto es un asunto de salud femenina, donde está en juego su “derecho a decidir” informadamente.

Lo primero que habría que aclarar es que en el “taller” abortista se entregó información engañosa. Nadie advirtió sobre las graves secuelas psicológicas y físicas que provoca cualquier aborto inducido. Un estudio de la Asociación de Psicología Americana (2008) reconoce que el aborto inducido predispone a las mujeres a un trastorno de estrés post traumático; otro informe concluye que el 81% de las mujeres que abortaron tienen mayor riesgo de sufrir problemas de salud mental, como de tener conductas suicidas, depresión o ansiedad (Coleman, 2011). Sobre las consecuencias físicas, el aborto inducido trae hacia el futuro riesgos de embarazo subsecuente prematuro (Whiteman, 2014), acrecienta la prevalencia a padecer problemas de placenta previa, aborto espontáneo y rotura prematura de membrana (Makhlouf, 2003). Callar esta realidad sobre el aborto, es engañarse: la mujer no resulta indemne en su salud.

Al promover el uso clandestino del Misoprostol, se engaña también sobre las condiciones de “seguridad” de este método abortivo. El fármaco se utiliza para tratar úlceras gástricas: su uso por embarazadas está estrictamente prohibido. Los efectos adversos en embarazadas han llevado a uno de los mayores fabricantes a advertir que éste “puede causar la ruptura del útero (desgarre) si se administra después de la octava semana de embarazo. La ruptura (desgarre) del útero puede resultar en sangrados serios, intervención quirúrgica, y/o muerte materna o fetal”. Por lo mismo, el Instituto de Salud Pública sólo permite la venta de Misoprostol con receta médica retenida, declarando que los efectos adversos “incluyen perforación del útero, hiperestimulación uterina, hemorragia vaginal severa, muerte maternal y/o fetal al usar este producto como inductor del parto o abortivo” (Resol. Ex. N° 10.216).

Con su propaganda engañosa, entonces, los promotores del mal uso de Misorprostol sólo ponen en riesgo a las embarazadas. El “taller” realizado en la U. de Chile difícilmente puede defenderse como un asunto que beneficie la salud materna.

Pero quienes defienden el “taller” de Misoprostol agregan otro argumento: es preferible poner en riesgo la salud de un par de mujeres con tal de permitir el “derecho a decidir” del resto. Según ellos, el fin justificaría los medios.

Este argumento, además de perverso, choca con la realidad: en Chile las mujeres con alto riesgo de abortar no lo hacen por una “decisión libre”. Un reciente estudio respecto más de 3 mil mujeres con embarazos no planificados (Koch, 2013) ha permitido identificar cuáles son las causas que llevan a una mujer a plantearse el aborto. La cifra es impactante: más de un 65% de las mujeres con alto riesgo de aborto sufre algún tipo de coerción para abortar. La coerción puede provenir directamente de la pareja o padres (44,4%); o indirectamente, si la coerción es fruto del temor a la reacción de su pareja o padres (20,4%), o del abandono de la pareja (1,9%). Coerción, en estos casos, significa que existe presión sobre la embarazada para forzar su voluntad con la finalidad de que ella aborte. La mujer no “decide” abortar, más bien la obligan a ello. Como indican las cifras, detrás de la mayoría de las mujeres que se plantean interrumpir un embarazo no planificado, hay un hombre que por medios coercitivos pretende desentenderse de su responsabilidad como padre.

Promover el mal uso de Misoprostol no sólo engaña a la población femenina poniendo en riesgo la salud de las embarazadas. También profundiza en el machismo escondido tras buena parte de los abortos: contribuye a que el hombre se desentienda de su paternidad, cargando la mujer con todos los costos negativos para su salud física y mental. Lástima que sea esa la cultura que se difunde en nuestra más importante universidad pública.

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Chile B, www.chileb.cl.