“El fastidio que me produces…”

Max Silva Abbott | Sección: Política, Sociedad, Vida

#03-foto-1La campaña para despenalizar el aborto en Chile no cesa, y por varios frentes distintos, el gobierno busca imponerlo, junto a varias otras reformas en todo orden de cosas, que pretenden alterar profundamente la fisonomía de nuestro país.

Como siempre, las causales son las mismas: vida o salud de la madre, violación e inviabilidad del no nacido; agregándose también, a sugerencia de organismos foráneos, situaciones de embarazo adolescente.

Ahora bien, cuando se indaga en los verdaderos motivos de quienes abogan por este supuesto “derecho”, se percibe muy a las claras que en el fondo, la razón última radica en el fastidio o profunda molestia que les produce que alguien quede embarazada sin desearlo. Es decir, se considera que el estado de gravidez debe ser completa y totalmente querido o aceptado por la madre o por terceros; o si se prefiere, que el valor del ser humano que viene en camino depende de cómo lo sientan o perciban otros, y no por una cualidad propiamente suya.

El problema es que si se es coherente con este criterio, habría que agregar varias otras situaciones en que fruto del fastidio que ellas producen, debiera darse la posibilidad de desembarazarse de ellas.

Así por ejemplo, si fruto de un accidente o enfermedad una persona quedara postrada, la decisión de hacerse cargo de ella dependería no de su estado de necesidad o de su dignidad, ni tampoco de razones de justicia (en cuanto a que “merece” ser atendida, o al revés, “no merece” ser abandonada), sino del grado de fastidio que su situación generara para quienes debieran cuidarla.

Sin embargo, es fácil comprender los peligros a los que podría llevar una situación semejante. Es por eso que la protección o cuidado que merece alguien solo debe depender de una cualidad intrínseca suya. Por razones obvias, dicha cualidad no puede ser una situación de ventaja (fuerza, salud, belleza, potencial económico, etc.), pues claramente se encuentra en un estado de necesidad. De ahí que si no queremos ser arbitrarios y diferenciar entre seres humanos de primera y seres humanos de segunda, forzoso es concluir que no se le puede exigir ningún requisito, salvo su mera existencia: su sola presencia merece y exige respeto y consideración, al margen de cualquier otra circunstancia.

Lo contrario, se insiste, es muy peligroso, entre otras cosas, porque nadie conoce las vueltas de la vida, y podría ocurrir que los mismos que hoy no quieren hacerse cargo de otros (aunque sea temporalmente, mientras dure el embarazo) por el fastidio que sienten, sufran la misma suerte, en razón del fastidio que a su vez podrían llegar a producir en terceros.