Televisión y pesimismo

Pedro Gandolfo | Sección: Arte y Cultura, Sociedad

#11-foto-1En una fotografía que publiqué en Facebook aparece, en una ciudad que podría ser Santiago o Ciudad de México, una pizarra de calle instalada en la vereda, de esas que usualmente llevan anotado el menú de un restaurante, escrita esta vez con una cita firmada nada menos que por Federico Fellini: “La televisión es el espejo de la derrota de todo nuestro sistema cultural”. La publicación obtuvo muchas aprobaciones y mi rápida adhesión porque parecía compendiar también, de modo lapidario, la propia situación.

El juicio felliniano se me vino a la cabeza ahora cuando leo acerca de las nuevas exigencias que, en ese ámbito, impuso una ley que recién entró en vigencia el 1 de octubre pasado. Esta ley obliga a los canales de televisión abierta a aumentar considerablemente las horas de “programación cultural” semanal –en concreto se las cuadriplica– y, de lunes a viernes, los fuerza a programarlas en horarios de alta audiencia (por tales, se entiende los que van desde las 18:30 a 00:00 horas). En principio me alegro, pues parece una muy buena noticia, pero enseguida me asalta el pesimismo habitual: temo que no sirva de nada. Me pierdo entonces en disquisiciones conceptuales acerca de aquello que podría diferenciar una “televisión cultural”, ya que la definición oficial (que según leo en el mismo reportaje entiende por “cultural” aquella programación “cuyos contenidos promueven la reflexión identitaria nacional, regional y local, la formación cívica, y el desarrollo del conocimiento y del arte”) es un poco amplia y creo que se equivoca al pensar que la televisión cultural se define por sus “contenidos”. Alguien, con sorna, añade que lo que distingue una y otra, la televisión comercial y la cultural propiamente tal, son las altas audiencias de la primera y las pésimas audiencias de la segunda, lo cual me devuelve al pesimismo inicial.

Pienso, entonces, que el problema es que toda televisión es cultural –el producto cultural más poderoso y masivo de la actualidad– y es ella (matinales, telenovelas, noticieros, programas de farándula y conversación) la que influye sobre el resto de la cultura y la sociedad. Como un flechazo se me viene a la mente otra fotografía que vi en este diario: dos animadores de televisión, al parecer muy célebres, aparecen en calzoncillos en el set televisivo de un programa rodeados de hermosas mujeres vestidas, cuando el orden cultural acostumbrado es el inverso. Me parece bien que no sean siempre las mujeres desnudas o semidesnudas las que aparezcan rodeadas de hombres arropados (como en el célebre “El almuerzo sobre la hierba”, de Edouard Manet), pero también me golpea la estupidez y banalidad. Me vuelve, entonces, el pesimismo felliniano, tan universal, y pienso que acaso la televisión sea de ese modo y ya nada pueda revertir la derrota.

 

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio de Santiago.