Profesores de educación superior confiesan las actitudes que más detestan de sus alumnos

Paula Leighton | Sección: Educación, Sociedad

#10-foto-1Algunos llevan décadas haciendo clases, varios se cuentan entre los mejor evaluados por sus alumnos, algunos hacen clases a primeros años y otros a los que están al final de la carrera. Algunos enseñan en carreras humanistas, otros son 100% matemáticos. El abanico es amplio, pero cuando les dimos a una decena de profesores de educación superior un minuto de confianza para desahogar aquello que más les molesta de sus alumnos, las respuestas se repitieron casi como una letanía.

A continuación los aspectos en que hubo mayor coincidencia:

 

“No alcancé a leerlo”

Leer parece ser una costumbre en retirada en la actual generación de estudiantes. Es el más reiterado y vehemente reclamo de los profesores. “Lo que más me molesta es que jamás leen. Si no hay prueba, no leen y cuando leen te das cuenta de que además tienen muy poca comprensión de lectura”. “Lectura obligatoria para ellos no significa nada, aunque se explicite en el programa. No está en su hábito hacerse un plan de lectura”, reclaman dos profesores del área de ciencias sociales. Y otro agrega, “entonces uno, como las abuelitas, tiene que empezar a contarles de qué se trataba el texto y decirles ‘esto es lo principal’ y ellos anotan y anotan, en una actividad intelectual totalmente pasiva”.

 

Mil ángeles en la sala

Si no leen, no es raro que su participación en clases sea escasa. “No opinan. Uno pregunta y es como si pasaran un millón de ángeles. Hay hasta un minuto de silencio y ellos miran para otro lado”, dice un profesor joven. Otro que lleva años dictando cátedra coincide: “A veces algunos hablan aunque no sepan, pero en muchos casos es el cementerio total”. “Tienes que mirarlos fijo para que se sientan obligados a hablar”. “Es frustrante -agrega otro- porque uno prepara material antes de la clase, lleva casos para analizar y espera tener una clase participativa, pero te das cuenta de que no se puede, porque ellos no leyeron”. “Los que opinan son siempre los mismos cuatro o cinco. Y los otros se empiezan a aburrir y agarran el celular”.

 

¿Para qué sirve?
#10-foto-3La lógica instrumental desmotiva a varios profesores. “Lo que más me molesta es cuando preguntan ‘¿esto entra para la prueba?’, con la idea implícita de ‘si no, no me interesa’. A veces creo que hay alumnos que solo quieren sacar el título. No les interesa aprender”, analiza un profesor senior. Otro más joven se queja de lo mismo “Preguntan, ‘¡¿hay que leer todo el texto?!’, ‘pero, ¿qué va a entrar en la prueba?’. Es como la ley del menor esfuerzo”. “En 5° año si estiman que lo que uno pasa no les va a servir, simplemente no vienen”, agrega una docente. “El alumno hoy está articulado alrededor de ‘para qué sirve’ lo que le enseñan, qué utilidad tiene. Y hay contenidos que apuntan solo a desarrollar la capacidad reflexiva. Les digo: ‘sirve para que seas más inteligente. Para que en la próxima reunión familiar parezcas más culto”, ironiza otro.

 

Saludos a su polola

El uso de celular en clases se deja a criterio de los alumnos. Reconocen que es muy raro que suene en clases. “La regla es que si suena, el dueño tiene que salir a hacer una gracia frente al curso, como recitar o bailar. Como son tímidos para enfrentar a sus compañeros, funciona”, pasa el dato un profesor. Pocos, sin embargo, logran disimular el uso de WhatsApp y redes sociales. “Mandan mensajes por debajo de la mesa y sonríen como bobos, pensando que uno no se da cuenta”, delata uno. En otra universidad, “los sacan descaradamente y chatean. Uno no puede retarlos. No estamos en el colegio”, dice una profesora. Y otro se queja: “Parece que el mensaje que les mandan es más importante que la clase. Lo tienen que ver al tiro”. “Intentan disimular, porque saben que me enfurezco. Les digo ‘mándele saludos a su polola’, y ahí lo guardan”.

 

Súbame la noooota

Al final del año suelen aparecer estudiantes abrumados por una nota que no alcanza para pasar. “Considero extraordinariamente irritante que invoquen razones extracurriculares para subírselas, como ‘soy el primero de la familia que llega a la universidad’ o ‘con esta nota voy a perder la beca’. ¡Uno no puede subir notas por razones humanitarias o compasión!”. Un profesor joven condena igualmente a “algunas chicas que te hacen una sonrisita para que le subas la nota o incluso vienen producidas provocativamente, con escotes, por si les funciona”.

 

Besos y comida

#10-foto-2Para los académicos hay actitudes de sus alumnos impensables cuando ellos fueron estudiantes. “Comen en clases. No se ubican. Sacan queques, barras de cereal…”; “yo tiré la esponja con la gente comiendo en clases. Sacan sándwiches y bebidas. Y últimamente salen a la mitad de la clase y vuelven con cosas para comer”, dice otro, resignado. La impuntualidad de algunos también es motivo de fastidio. “Llegan 10 minutos tarde y se enojan porque no los dejas entrar ¡’pero si llegué’!, reclaman”. Otra queja de quienes tienen años de docencia es el saludo. “Me molesta que los alumnos me impongan saludarlos de mano”, se queja uno. Y otro coincide: “Que las estudiantes lleguen saludando de beso me incomoda. Quiebra la distancia de autoridad necesaria. ¡No son mis sobrinas!”.

 

 

Notas:

Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio de Santiago.

Contribuyeron con este artículo: Sergio Cabezón, Escuela de Periodismo U. de Santiago; Eugenia Castro, Gastronomía Internacional, Inacap Maipú; Francisco Ferrada, Escuela de Derecho U. de Chile; Patricia Guerrero, Escuela de Psicología U. Cardenal Silva Henríquez; José López, Facultad de Matemáticas U. Católica; María José Navarrete, Escuela de Medicina Veterinaria U. Austral de Chile; Alfonso Noguera, Escuela de Arquitectura U. Diego Portales; Nelson Padilla, Instituto de Astrofísica U. Católica; José Leandro Urbina, Dpto. de Lengua y Literatura U. Alberto Hurtado