No era incombustible

Axel Buchheister | Sección: Política

#08-foto-1Si bien todas las encuestas venían reflejando hace un tiempo un deterioro en el apoyo al gobierno y sus principales reformas, las más recientes han dado cuenta también de un impacto en la imagen de la Presidenta. El reciente sondeo de Adimark lo reflejó con claridad: su aprobación está en 49% –bajo la barrera sicológica del 50%– y la desaprobación alcanza el 41%. No es que las cosas estén tan mal, sino que ya no son lo que fueron.

La novedad es que han quedado desmentidas las tesis de que Michelle Bachelet es de teflón o incombustible, o sea, que tiene una relación especial con la gente y que nunca se le pasaría la cuenta por nada. Que serían otros, los ministros, o por último “el gobierno”, los que tendrían que pagarla. Algo de eso hubo, sin duda, puesto que la curva descendente no ha sido igual, pero la alcanzó. Porque en definitiva, si hay lógica en el fútbol, también existe en la política, pues no es posible que si la ciudadanía manifiesta su descontento con el gobierno, eso no tenga, a la larga, sus efectos en la apreciación de quien lo dirige y encarna: el Presidente. El resultado es que contra los pronósticos, el mito se debilita.

Porque aquí hubo un mito que fue alimentado por acción –no sólo de sus partidarios– u omisión. Esto último por la Alianza, que abdicó a su rol político en la campaña al no cuestionarla: la dejó “pasar” una y otra vez. Incomprensiblemente, con el argumento de que no se le podía tocar por su posición en las encuestas, con lo que se contribuía a volverla más intocable. Ahí vino un ambiente de ensoñación en los votantes: llegaría el hada madrina y acabaría con todas las injusticias, a costo cero. Tal vez ahora se están dando cuenta de que no se puede cambiar el modelo que les ha traído tantos beneficios y seguir, a la vez, gozando de éstos, porque eso es incoherente.

Lo paradójico es que justo en el momento en que campea el desdén hacia los análisis económicos –habría que priorizar otros–, ha sido la mala performance de la economía, que tiene mucho de autogol y de creer que el bienestar actual era un dato y no una consecuencia del modelo, la que está gatillando la baja en la adhesión presidencial. Ello viene a ratificar que la frase más lúcida que se ha dicho en política sigue siendo: “Es la economía, estúpido”. A pesar de esto y que en la Nueva Mayoría comienza a asumirse la necesidad de un ajuste de gabinete, los nombres que se barajan son de ministros que la gente ni siquiera ha oído hablar y no de los responsables de la economía. Al cabo, se trataría de un problema comunicacional, ya de origen interno, con un vocero que no encuentra el tono, o bien externo, como nos aleccionó un senador DC, acusando un ataque urdido por la derecha para confundir al ciudadano, pero no de la realidad.

¿Qué pasará ahora? Pero si ya conocemos la receta: bonos por todas partes. Con la plata de todos, por cierto. De pronto los chilenos se dan cuenta de que se la estarían gastando los culpables del problema para comprarse un repunte en las encuestas y se enojan. Ahí sí que nos habríamos transformado en otro país.

 

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Tercera.