Liderazgo y servicio: dos desafíos para las nuevas generaciones

Germán Gómez Veas | Sección: Educación, Política, Sociedad

#09-foto-1-autorDe acuerdo a lo que diversos medios de comunicación han venido señalando las últimas dos décadas, nuestro país estaría avanzando con solidez en la aspiración de conformar una Nación desarrollada.

Algo parecido señalan los políticos, quienes citando diversos indicadores económicos, financieros y de productividad, cada cierto tiempo nos insisten que Chile estaría entrando en una fase inicial de pleno desarrollo.

Sin embargo, para conformar una verdadera Nación floreciente es necesario que entre los ciudadanos se ponga en práctica una forma de relaciones con mayor tono humano, en que sobresalgan hábitos éticos que distingan, en profundidad y amplitud, la dignidad de la persona humana. Es en este propósito que resulta de crucial importancia que las nuevas generaciones asuman el liderazgo necesario para dar vida a una mejor sociedad.

En lo que concierne a la determinación de impulsar habilidades de liderazgo en los jóvenes, ésta se explica por el propósito de ayudar a que se comprometan decididamente con el bien común, abrazando con afecto la disposición de servir a sus comunidades desde sus propias vocaciones.

Vale la pena señalar, que se espera de los jóvenes con habilidades de liderazgo que cultiven y fomenten los valores más profundos de la persona humana, pues de esa forma podrán realizar una significativa contribución al país en un ambiente cultural que ha estado expuesto a nefastos estímulos que deterioran la salud del tejido social. De ahí que resulta especialmente deseable que los jóvenes con cualidades de liderazgo sepan poner en práctica la clásica virtud de la amistad, que es el eje articulador de toda ciudadanía que quiera caracterizarse por el tono humano en sus vínculos.

En este sentido conviene tener presente una aguda observación que Héctor Herrera Cajas planteó en Dimensiones de la responsabilidad educacional.

En ese extraordinario compendio de temas educativos, Herrera Cajas presenta interesantes tesis que le permiten exponer, entre otros criterios, que la acción educativa tiene que impulsar a los jóvenes a la imbricación con la cultura a través de los diversos componentes culturales y el trabajo bien hecho. Una idea central en este atributo, es que “la cultura exige de una acción personal, que, a cualquier nivel que se aplique, debe ser bien hecha tanto en la materialidad de la acción, si ella la requiere, como en la espiritualidad que puede iluminarla.

El hombre, gracias a su acción cultural deviene culto sin importar la sencillez o complejidad de la acción, ni su intimidad o repercusión social; lo significativo, es la calidad de la acción, pues no hay hacer insignificante en el hacer-bien-hecho, que continúa la obra creadora de Dios”.

De acuerdo a esta perspectiva, es conveniente procurar que las nuevas generaciones encuentren en sus ambientes educativos, los estímulos suficientes para que puedan desarrollar con eficiencia sus habilidades. Asimismo, estos jóvenes deben procurar en todo momento, distinguirse por la calidad de sus acciones, siendo conscientes de ser buenos ejemplos y modelos de excelencia para otros.