Sobre la educación y sus deficiencias

Antonio Argandoña | Sección: Educación, Familia, Política, Sociedad

#05-foto-1El “Colegio de Economistas de Cataluña” publicó hace unos días un nuevo número de la Revista Económica de CatalunyaMuy interesante, como es habitual. El tema general es el estado del bienestar. Aquí quiero recoger algunas ideas del artículo de Gregorio Luri, sobre “El sistema educativo y el fomento del capital humano”, lleno de ideas para pensar. Pongo unas cuantas, sin demasiado orden, precisamente para que nos hagan pensar.

  • “La escuela cumple su función de puente de confianza cuando facilita el tránsito de sus alumnos del ámbito familiar al social o, lo que es lo mismo, de la condición de hijo a la de ciudadano. Este tránsito es más fácil cuanto más firme es también la confianza de las familias en la escuela (…) Los países que lo hacen bien en lo educativo no comparten ni los métodos, ni los ratios de alumno por aula, ni los porcentajes del PIB dedicados a la educación, ni nada de lo que se podría copiar de una experiencia ajena, sino un círculo de confianza que tiene como centro la seguridad profesional del maestro en su competencia y la confianza de la sociedad en la institución escolar”. Obvio, ¿no? Claro que lo fácil es decir que hemos de imitar a los coreanos o a los finlandeses, pero lo difícil es comportarnos como una sociedad responsable.
  • La hipercrítica respecto de la escuela es una enfermedad grave, porque mientras critica lo que hay porque es imperfecto, propone una alternativa que nunca existirá”. Dejemos de hacer macroreformas, y empecemos a mejorar lo que tenemos. Lo que significa identificar lo que bueno que tenemos (tenemos bastantes escuelas buenas y muchos buenos maestros), lo que no es bueno (y no hay que cortar cabezas por ello), y qué se podría mejorar en esto último.
  • La denominada educación progresiva (la de los métodos suaves) ha difuminado la diferencia entre excelencia y mediocridad y ha confundido la legítima aspiración a la igualdad de oportunidades con un igualitarismo cultural y un populismo que, queriendo ser antielitista, no va más allá de un antiintelectualismo”. Nos quejamos de la influencia de una teoría deficiente en economía, pero seguimos sin darnos cuenta de las consecuencias de la mala pedagogía.
  • De todo lo anterior saca algunas consecuencias, como la incapacidad de la escuela española y catalana para recoger a los que se quedan descolgados por abajo, y también no potenciar a los que podrían destacar por arriba. Pero añade que la mediocridad no se produce solo entre los peores alumnos, sino en toda la enseñanza.

Quiero subrayar que, según el autor, no es cuestión de organización, ni de medios técnicos o económicos, sino de actitudes más de fondo, en la escuela y en la universidad.

  •      Si la mayoría de las escuelas españolas fuesen sociedades anónimas, sus accionistas estarían furiosos “por la falta de dos cosas: ambición y transparencia en la gestión”. Me imagino a los funcionarios (públicos y privados) diciendo que, gracias a Dios, una escuela no tiene por qué ser una sociedad anónima. O sea, que una escuela es, a menudo, una casa sin dueño. De ahí las dos cosas que Luri denuncia.
  •      “Ninguna escuela puede ser mejor que sus docentes”. Pero, claro, no tenemos los instrumentos para corregir esto, que son el despido de los malos maestros, y una remuneración acorde con la eficiencia, no con la antigüedad. “El actual modelo salarial en la enseñanza no es efectivo, por que la excelencia se encuentra infravalorada y la mediocridad sobrevalorada”. Más claro, el agua.
  •      Pero vamos a repartir bofetadas también en otros ámbitos. “La escuela difícilmente podrá poner en valor el talento si la sociedad no la acompaña en esta tarea. La meritocracia es una causa imperfecta, como lo es la escuela. Pero es también una causa noble porque, al estimularnos a dar lo mejor de nosotros mismos, nos impide caer en el fatalismo pesimista que acostumbra a ir asociado a la pobreza (…) Si no parece molestarnos demasiado la mediocridad de nuestras ambiciones escolares es porque hemos hecho de la mediocridad un extraño valor”.
  • #05-foto-2    Vuelta a los errores en la pedagogía o, en este caso, en la sociología, la filosofía y la ética de la sociedad. “Mientras el ideal de la moral del sentido común es un mundo en que todo el mundo mantenga su fidelidad a sus compromisos, el ideal de la people of fashion es un mundo sin frustraciones. La moral del sentido común confía en que la felicidad posible para el hombre dependa del esfuerzo mantenido a lo largo de una vida virtuosa, la moral fashion cree que, si no somos felices, estamos de alguna manera excusados del deber de ser morales”.

 

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por el autor en su blog Economía, Ética y RSE, http://blog.iese.edu/antonioargandona.