El control de la población tiene el germen de su propia destrucción (y la nuestra)

Paul Wilson | Sección: Política, Sociedad, Vida

#08-foto-1Uno de los mitos más difundidos por los promotores del control de la población es que el mundo se está quedando sin recursos: alimentos, energía y espacio. Ellos afirman categóricamente: “Existe mucha evidencia que sugiere que la humanidad ya ha excedido los límites del planeta y viene minando la capacidad de la Tierra para sustentar la vida, incluyendo la vida humana”. Esto repetía Robert Walker en un reciente debate con el presidente del Population Research Institute, Steven Mosher.

Las predicciones han estado muy de moda en los últimos 200 años. Voceros del movimiento del control poblacional han pronosticado repetidamente el inminente fin de la humanidad con la complicidad del sensacionalismo de los medios de comunicación. Una y otra vez la catástrofe final nunca llegaba a cumplirse.

Por supuesto, uno podría ignorar estos bien financiados shows mediáticos porque, si no me convencen, podría considerarlos inofensivos. La tentación es voltear la mirada y seguir con su vida. Sin embargo, no podemos ignorar que numerosos funcionarios de gobiernos poderosos han tomado este discurso como su Evangelio y vemos que no encuentran reparos en imponer este mito y el consecuente control poblacional a los países más pobres, a menudo por la fuerza.

Por tanto, entender la falacia del mito de la sobrepoblación es el primer paso para pensar con objetividad. Comunicarlo a otros es el comienzo de la destrucción de imposiciones  indeseables y de los abusos que se cometen con los más vulnerables, generalmente mujeres de países pobres.

¿Por qué nunca se cumplen los desastres inminentes que anuncian estos futurólogos del control de la población? Simplemente porque asumen falsamente un modelo arbitrariamente estático de desarrollo tecnológico. Solo tienen en cuenta que los números absolutos de la población crecen y dejen de lado la variable del avance tecnológico. De modo que ven una “bomba de población” sin ningún tipo de solución. Dentro de esa lógica arbitraria, si la población crece de forma indefinida y no consideramos el avance tecnológico, la conclusión obvia es que no seríamos capaces de proporcionarnos suficientes recursos para sobrevivir.

Queda por analizar cuántos de estos profesionales del vaticinio son verdaderamente miopes y cuántos de estos alquilan sus servicios de maquillaje estadístico a unos políticos necesitados de argumentos “científicos”. En beneficio de la duda habría que decir que personas muy inteligentes e ilustres vieron cada uno en su época que los “límites” de su mundo ya se habían excedido. La sobrepoblación no es un fenómeno moderno “descubierto” por los demógrafos del siglo XX ni siquiera comienza con Thomas Malthus. Es un mito tan antiguo como Platón y Aristóteles.

La explosión de la bomba poblacional muchísimas veces anunciada nunca ha sucedido. El ritmo de avance tecnológico siempre ha sido más rápido que el crecimiento poblacional. Tan pronto aparecían los agoreros de la catástrofe basados en consideraciones parciales, aparecía muy pronto una solución tecnológica y los “límites” crecían. De hecho, esta ha sido la constante en la historia de la humanidad. Para explicarla solo tenemos que echar mano del sentido común: los seres humanos no solo tienen una boca, tienen además un cerebro y dos manos. Producen, no solo consumen. Para una ilustración más completa les recomendamos la obra de Julián Simón, “The Ultimate Resource” (El Recurso Primordial).

Hoy en día, la población mundial es la más grande que nunca haya existido. Y en este sentido, la humanidad nunca ha sido más exitosa venciendo los “límites” que en la actualidad. Y aunque este éxito se ve empañado por la existencia de muchas personas que todavía viven en pobreza extrema, esta pobreza no se debe a “límites” en la disponibilidad de recursos sino a la injusta distribución de los bienes. Unos derrochan, desechan o acaparan inútilmente lo que otros necesitan.

La filosofía del control de la población tiene un concepto pesimista y muy negativo sobre las personas. Se empeña en que existan menos personas. Tiene un pésimo pronóstico sobre nuestras posibilidades de solucionar problemas. Apuesta por el fracaso. Daña a la humanidad porque no logra darse cuenta que los seres humanos somos los únicos que tenemos la capacidad de innovar y vencer los “límites”. Por eso sus prácticas terminan dañando a las mismas personas que dicen ayudar.

#08-foto-2Han desarrollado una miopía que no les permitir ver que el avance tecnológico siempre viene de los seres humanos. Nunca surgirá de otra forma de capital económico que no sea el capital humano. Desgraciadamente, en los pasillos del poder muchos han comprado el discurso de que existen personas indeseables (lo cual a menudo equivale a gente pobre de los países en vías de desarrollo). Y la fallida receta de reducir la población vuelve a ser prescrita bajo la amenaza de que el mundo terminará en escombros.

En resumen, el movimiento de control de la población destruye el futuro al eliminar a los seres humanos que son el recurso primordial. Su filosofía tiene en sí misma el germen de su propia destrucción y, literalmente, la nuestra. Y si se adoptan sus políticas antinatalistas, creará precisamente el futuro que teme: una sociedad estancada económicamente que prescinde del ingenio humano.

 

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por el Instituto de Investigación en Población (Population Research Institute), www.lapop.org.