Despertar de una ilusión

Pedro Gandolfo | Sección: Historia, Política, Religión, Sociedad

#07-foto-1El sistema económico que nos rige –el capitalismo liberal– solo en una parte muy pequeña es una elección de pueblos o de personas. Los integrantes de la Nueva Mayoría o de la UDI se equivocarían, entonces, si asumieran que este “modelo” es solamente un “legado” (o una prisión) de Pinochet y la “dictadura” (o gobierno cívico-militar) cuando, visto en perspectiva, el gobierno de aquel solo aprovechó la oportunidad y se subió al flujo histórico con cierta anticipación (respecto de sus pares), coherencia y académica intrepidez.

En efecto, para importantes intelectuales de los últimos dos siglos (incluido el príncipe Salina, por cierto), no hay grandes méritos (o deméritos, según se mire) individuales en este ámbito; al revés, por distintas razones según cada cual, consideran que el advenimiento y consolidación global de este modo de producción y asignación de la riqueza es un fenómeno de carácter epocal (lo cual viene a significar que es una tendencia histórica muy estable, universal y de largo plazo) y, por lo mismo, resulta imposible de evadir completamente o reemplazar (como se reemplaza una constitución, por ejemplo) a menos que se disponga una densa, sólida y vital cultura propia. Una cultura, con esas características, me parece ausente de Chile hoy (y no se visualiza tampoco en la lontananza), siendo esa pobreza (o disponibilidad o demanda, si usted quiere) donde el endemoniado capitalismo “neoliberal” se arraiga de modo particularmente poderoso en nuestro espíritu. Es evidente –y, por cierto, lamentable– el grado desmedido de compenetración que hoy en el mundo y, en concreto, en Chile se da entre las pulsiones y las conductas personales con los supuestos valóricos y de comportamiento que favorecen y acrecientan el capitalismo liberal. Sin duda, los dos rasgos que en su reciente viaje a Corea el Papa Francisco recriminó al respecto (los abusos del consumo excesivo y la competencia desenfrenada) son epocales y bien pueden observarse en nuestro país, con igual furor, actuando transversalmente en todas las clases sociales, también entre los propios “antimodelos”. Así, con este delgado substrato cultural, ¿a qué puede conducir emprender un cambio institucional anticapitalista mientras primero no exista un cambio de visión de mundo o, para llamarlo de algún modo, un cambio en nuestro modo de estar en el mundo?

En una de sus novelas-ensayos, el premio Nobel sudafricano John Maxwell Coetzee señala en esta dirección que frente a la enorme cantidad de retórica anticapitalista se echan en falta mucho estudio y una reflexión moral sobre las bases y la forma como debe darse la relación entre la economía y nuestro núcleo ético en tiempos de penumbras.

 

 

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por El Mercurio de Santiago.