Un proyecto unificador

Gonzalo Rojas Sánchez | Sección: Educación, Política, Sociedad

#01-foto-1-autorCon el membrete de la Conferencia Episcopal de Chile circula desde el martes 22 un notable documento titulado Iglesia y Educación. La prensa y los actores públicos le han dado especial importancia. Y la tiene.

Trabajado con premisas bien fundadas y con una especial claridad para afrontar algunos de los desafíos más graves que implica el programa Bachelet, el texto va a motivar una nueva capacidad de movilización, ésa que se viene asomando a medida que se concreta algo más la genérica amenaza socializante.

Entre muchas otras verdades, postula el documento que “se trata de evitar en el futuro que el Estado, mediante nuevas exigencias y condiciones para otorgar la subvención, –y ya no como derecho de los padres y servicio a la libertad de elegir de las familias–, pueda ir unificando el sistema educacional chileno… La sola posibilidad de acercarnos a un modelo de gestión escolar único, impuesto por el Estado a todo el sistema subvencionado, donde acuden mayoritariamente los pobres y la clase media, resulta impensable”.

Por cierto, “impensable” significa en este caso “inaceptable”, porque es perfectamente “pensable” hasta dónde puede llegar la unificación.

¿Unificación? Si la Conferencia Episcopal ha querido usar ese término, no lo ha hecho –qué duda puede caber– sin ponderar lo que significa la Escuela Nacional Unificada como proyecto de control en la Historia reciente de Chile. Hacia atrás, por lo tanto, ya sabemos los chilenos qué entienden los socialistas por unificación educativa.

¿Y hacia adelante?

Contenidos mínimos que se irán haciendo cada día más máximos; requisitos para la apertura de nuevas iniciativas educacionales asimilados a los que el Estado le exige a sus instituciones; extensión de los criterios de no discriminación en selección de profesores y alumnos hasta llegar a impedir toda sintonía entre proyectos educativos y sus ejecutores y destinatarios; obviamente, por lo tanto, supresión de la diversidad de filosofías educativas inspiradoras de esos proyectos; estandarización de las fórmulas de financiamiento.

Buena parte de esto ya viene pasando poco a poco desde 1990; y todo está además anunciado con mayor o menor claridad desde el dogma programático hasta las formulaciones ministeriales y parlamentarias.

La Conferencia Episcopal no se equivoca: unificación es la mirada subyacente, presente y proyectante en la concepción concertacionista y comunista.