La importancia del profesor

Diego Vigil | Sección: Educación

María Félix Torres (fundadora de la Compañía del Salvador y de los conocidos colegios Mater Salvatoris) son muchas las cosas las que dijo e hizo, pero quisiera centrarme en una idea brillante que no todo el mundo tiene clara y que aporta mucho al incesante debate sobre la educación.

La expresó en una carta a una religiosa en 1969 (ya por entonces se hablaba de crisis) y dice “no hay nuevas crisis intrínsecas de juventud: lo que hay es crisis de educadores. Si estas crisis se vencen, la juventud volverá a ser esperanza de lo grande y lo bello, porque lo realizará en virtud de la capacidad de sacrificio que Dios le ha dado, le da y le dará”.

Esta idea, que no convencerá a muchos que se pasan la vida lamentándose de lo mal que está la juventud como si la juventud tuviera toda la culpa, es real como la vida misma. Y digo que es real y es brillante porque la experiencia lo demuestra.

En efecto, a día de hoy España destaca en deportes con deportistas jóvenes y cuyo éxito nace del esfuerzo, de la competencia y… de sus entrenadores: allí donde hay uno brillante surge el éxito.

Pero no es sólo el ámbito de los deportes, pues en el de los negocios pasa igual: España tiene algunas de las mejores escuelas del mundo y el resultado es claro, pues los españoles abundan en el sector financiero de Londres. Y esas escuelas son como son por sus profesores, por un elevado nivel de exigencia (que sólo es posible si los profesores saben mucho) y por un ambiente de competencia entre los alumnos que requiere un profesor muy bueno por el nivel que alcanzarán aquellos.

Que decir de la Universidad: casi todas tienen medios y alumnos semejantes, pero algunas despuntan y, lo que es mejor, dan investigadores que triunfan dentro y fuera de España, y otras no. ¿Por qué? Por la categoría de sus profesores.

La lista de ejemplos podría ser interminable: las escuelas de ingenieros, los cazatalentos de las grandes multinacionales, las escuelas de FP, innumerables centros de enseñanza media (todos los años vemos jóvenes que sacan la máxima nota en selectividad o ganan la olimpiada matemática: siendo muchos los que tienen capacidad, pues “empollones” los hay en todas partes, los que lo logran es con un profesor que saca de ellos lo mejor que tienen). Incluso en los Seminarios eclesiásticos hay mejores frutos y más vocaciones donde más se exige.

Así pues, en medio del actual sistema del que tanto nos quejamos, sería bueno que nos preguntásemos porqué son como son las cosas. Muchas veces es el profesor el que no exige a sus alumnos porque él mismo tiene poco que dar y ese poco tiene su causa en que él mismo estudió poco.

Si los propios profesores son flojos, ¡como va a funcionar el sistema! Se podrá objetar frente a esto que hay profesores buenos, pero que las actuales circunstancias no permiten exigir, y que cuando se exige no se obtienen frutos, pues los alumnos escapan a la exigencia.

Pero los hechos demuestran lo contrario: allí donde hay un buen profesor, un buen preparador de oposiciones, un buen master, un buen taller o escuela de hostelería, un buen entrenador… siempre hay alumnos que destacan y, ¡lo mejor!, lista de espera para entrar.

Es así: las mejores escuelas, los mejores preparadores, siempre tienen lista de espera. Y no se podrá decir que los que esperan entrar lo hacen movidos por la facilidad de vida que allí han de tener ni por querer entrar en un mundo sin esfuerzo. Al contrario: se exige mucho y bien, se hace sufrir al alumno, y son los propios jóvenes los que quieren que se les exija, pues cuanto mayor es su esfuerzo, mayor su recompensa, y lo saben.

Ahora bien, tras escuchar esto alguno dirá, seguramente indignado, ¿Cómo ha de ser ese profesor exigente y de calidad según la Madre? Sobre esto encontramos otra respuesta en la correspondencia de María Félix.

Concretamente, en una carta a otra religiosa de 1957: “yo he conocido niñas que no daban lugar ni a un rayito de esperanza, y las he visto mujeres y he constatado en ellas cuánto puede la educación cristiana y la labor abnegada de unas educadoras llenas de espíritu sobrenatural y de celo apostólico”.

Es decir, que cuando hay verdadero amor (Amor de Dios, caridad apostólica y entrega abnegada) el alumno se transforma, pues el alumno quiere hacer cosas grandes, y no recibe o suele recibir grandes estímulos, y cuando ve alguien que se entrega, entonces lo da todo, porque ha encontrado un tesoro hasta entonces desconocido. Y sobre todo, si contamos con la fuerza de Dios, todo es mucho más fácil y sólo desde su Amor saldrá ese amor de educador, de ahí la importancia del espíritu sobrenatural.




Nota: Este artículo fue publicado originalmente por Forum Libertas.

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