¿Antonio Gramsci, católico?

Mario Correa Bascuñán | Sección: Política, Religión

Nos ha sorprendido la información, en días pasados, según la cual Antonio Gramsci, fundador del Partido Comunista Italiano, quien sindicó a la Iglesia como uno de los enemigos a destruir para lograr la hegemonía del materialismo histórico en la Europa Occidental, habría muerto católico.

En efecto, el arzobispo penitenciario emérito del Vaticano, monseñor Luigi de Magistris aseguró que “Gramsci murió con los sacramentos, volvió a la fe de su infancia”, agregando “Mi paisano Gramsci tenía en su pieza la imagen de Santa Teresa del Niño Jesús. Durante su última enfermedad, las monjas de la clínica donde era tratado llevaban a los enfermos la imagen del Niño Jesús para que lo besaran. Él pidió expresamente que le llevaran la imagen para besarla”. Finalizó su rueda de prensa monseñor de Magistris, diciendo “El mundo de la hoz y el martillo prefirió silenciar los hechos”.

Los biógrafos de Gramsci nos dicen que fue bautizado el 29 de enero de 1891; y que entre 1894 y 1896 acudió a un colegio de monjas en Sórgono, cerca de Nutro, en Cerdeña, agregando que en ese colegio habría sufrido una caída, que le habría provocado la deformación de la columna vertebral, lo cual le produjo una profunda amargura.

No hay más antecedentes acerca de su alejamiento de la fe en la que, indudablemente, nació y se crió.
Posteriormente, cuando planteó la necesidad de cambiar el sentido común de la sociedad civil, como único medio para conquistar la sociedad política, señaló dos grandes enemigos: la Iglesia Católica y la familia, como elementos que no permitían el triunfo de esa filosofía de los no filósofos, la filosofía de la praxis.

Algunas citas, que demuestran lo indicado:

“Una de las medidas más importantes arbitradas por la Iglesia para reforzar su formación en los tiempos modernos es la obligación impuesta a las familias de que los niños hagan la primera comunión a los siete años. Se comprende el efecto psíquico que ha de tener en un niño de siete años el aparato ceremonial de la primera comunión, tanto como acontecimiento individual cuanto como acontecimiento colectivo, y se comprende también qué fuente de terror puede dar de sí y, por tanto, de vinculación a la Iglesia. Se trata de ‘comprometer’ el espíritu infantil en cuanto que empieza a reflexionar. Por eso se entiende la resistencia que la medida ha encontrado en las familias, preocupadas por los deletéreos efectos que puede tener en el espíritu infantil ese misticismo precoz; también se comprende la lucha de la Iglesia por vencer esa resistencia” (C. IX, M. 241-242).

“La filosofía es un orden intelectual, cosa que no pueden ser la religión ni el sentido común” (C. XVIII; I. M. S. 5).

“La fuerza de las religiones y, especialmente la de la Iglesia Católica, ha consistido y consiste en el hecho de que sienten enérgicamente la necesidad de la unidad doctrinal de toda la masa ‘religiosa’, y se esfuerzan porque los estratos intelectualmente superiores no se separen de los inferiores. La Iglesia romana ha sido siempre la más tenaz en esa lucha por impedir que se formen ‘oficialmente’ dos religiones, la de los ‘intelectuales’ y la de las ‘almas sencillas’. Esa lucha no ha carecido de graves inconvenientes para la Iglesia misma, pero esos inconvenientes están relacionados con el proceso histórico que transforma toda la sociedad civil y que contiene en bloque una crítica corrosiva de las religiones; tanto más destaca la capacidad organizativa en la esfera de la cultura del clero, y la relación abstractamente racional y justa que la Iglesia ha sabido establecer, en su ambiente, entre los intelectuales y los sencillos”. Luego, critica a la jerarquía marxista, por no haber sabido lograr lo mismo. (C. XVIII; I. M. S. 5-20).

“Hay, por lo demás, una estrecha relación entre la lotería y la religión: el ganar muestra que se es ‘elegido’, que se ha tenido una gracia particular de un santo o de la Virgen. Se podría trazar una comparación entre la concepción activista de la gracia entre los protestantes, que ha dado la forma moral al espíritu de empresa capitalista, y la concepción pasiva y pícara de la gracia propia del bajo pueblo católico. Observar la función que tiene Irlanda en la introducción de la lotería en los países anglosajones, y las protestas de los periódicos que representan el espíritu de la Reforma, como el Manchester Guardian. También habrá que ver si en el título y el tratamiento de sus “Paraísos artificiales” Baudelaire se ha inspirado en la expresión ‘opio del pueblo’ la fórmula le habría podido llegar indirectamente por la literatura política y periodística. No me parece probable (sin poder excluirlo) que existiera ya antes del libro de Balzac (La Rabouilleuse) una manera de decir que presentara el opio y los demás estupefacientes y narcóticos como medios de disfrutar de un paraíso artificial”. (En “La religión, la lotería y el opio de la miseria”). (C. XXII; M. 288-291).

He ahí algunos párrafos del pensamiento materialista y anticatólico de Gramsci. Considera a la Iglesia como una ideología y un movimiento político; como una organización maquiavélica y como un ente alienante de las gentes sencillas e incultas. En todo caso, el enemigo a derrotar, mediante el cambio del sentido común del pueblo, para lo que empleará todos los medios, partiendo por la infiltración del clero, que propugna, dados los efectos multiplicadores de las expresiones vertidas en los púlpitos.

¿Cómo se explica su conversión del último momento? La naturaleza humana necesita espiritualidad y la busca. Gramsci, para combatir a la Iglesia, la estudió profundamente. Estudió su filosofía, para criticarla; su organización, para imitarla; su espiritualidad, para ridiculizarla. Quizás es una expresión de lo que él mismo escribiera, analizando a Pascal: “¿Qué pierdes por ir a la Iglesia, por creer en Dios? Si no existe, paciencia; pero si existe, te será muy útil haber creído en él”. Este modo de pensar, incluso en la forma pascaliana del “pari”, tiene algo de volteriano, y recuerda la frase de Heine, que decía más o menos: “¿Quién sabe si Nuestro Señor no nos prepara una agradable sorpresa para después de la muerte?”

No sería el primero que, al conocer profundamente al Catolicismo, especialmente si lo ha estudiado a conciencia, termina creyendo en la verdad de la fe y encontrando en ella esa espiritualidad que su ser natural reclama.

Quiera Dios que esta conversión sea tal y como la describe monseñor De Magistris, pues junto con la alegría de su salvación, significaría un golpe a la línea de flotación al marxismo-leninismo materialista, que no obstante sus continuos fracasos políticos y económicos, intenta sobrevivir, aprovechando el impulso del otro materialismo, el liberal, que parecía tan exitoso hasta antes de la crisis actual. Por algo nunca un marxista había revelado su conversión. En cambio todos los neomarxistas, siguen al pie de la letra sus estrategias conducentes a la adquisición del poder.

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