El “Proyecto Gran Simio”

Luis Fernández Cuervo | Sección: Sociedad, Vida

La idea original de este proyecto viene de un personaje también muy original: el australiano Peter Singer, presunta autoridad en Bioética, cuyos criterios morales sobre el derecho a la vida de los niños, antes o después de nacer, le han hecho tristemente famoso. Singer no niega que, dentro de nuestra especie, un feto o un recién nacido, sean humanos, pero si niega que tengan la categoría de “personas” puesto que les falta, a ambos, la capacidad de decidir libremente. En consecuencia el insigne profesor dictamina que sobre nonatos o recién nacidos, los padres tienen moralmente el derecho a decidir si quitarles la vida o dejarles que sigan viviendo.

Después de eso, no es extraño que Singer, haciendo honor a su nombre, haya hecho una mayor cantada con su PGS: “Proyecto Gran Simio.” Allí afirma que: “el objetivo de toda nuestra empresa es establecer de nuevo el estatuto moral de los chimpancés, los gorilas y los orangutanes y la aceptación en calidad de persona de algunos animales no humanos.” Eso lo fundamenta en que, según la ciencia -¿cuál de ellas?- “la barrera moral que trazamos entre nosotros y ellos es indefendible”. En consecuencia, su PGS exige que haya que reconocer, para ese tipo de monos, los tres principios o derechos fundamentales: “derecho a la vida, a la libertad y a no sufrir tortura”.

Tendría que ser en España, actual campeona mundial en ideas y hechos esperpénticos, donde se acogiera ese PGS y se tratara de convertirlo en ley. Esta vez no fue nadie del PSOE sino un diputado de “Izquierda Unida” –partido mínimo de nombre irrisorio- el que consiguió que su propuesta se aceptara a estudio en una comisión del Parlamento. Dos intentos anteriores no sólo no prosperaron en las correspondientes legislaturas sino que produjeron burlas y un gran relajo humorístico. Lo cual demuestra que en España todavía hay políticos que guardan importantes reservas de lucidez. Por eso ahora el diputado insistió en que no se trataba de otorgarles derechos humanos sino sólo de “hacer todo lo posible para conservar una especie.”

Pero esas palabras no concuerdan con el PGS tal como lo entiende Singer, donde se habla de ampliar la comunidad humana a “nuestros iguales, los chimpancés, orangutanes y gorilas” porque dice que poseen unas facultades mentales semejantes a las nuestras y “una vida social y emocional rica y variada”. Tampoco concuerdan con aspectos de la propuesta actual, tales como prohibir “la experimentación o investigación cuando ello pueda producir daño a los simios y no redunde en su beneficio, o la tenencia de simios con fines comerciales o en cualquier tipo de espectáculo”. Lleno de espíritu globalizador, el diputado propone también que el gobierno español promueva, ante los grandes organismos internacionales, medidas para proteger a los grandes simios “del maltrato, la esclavitud, la tortura, la muerte y la extinción.”

Pero como se señala en el libro “El hombre y el animal” (Leopoldo Prieto López, edit. BAC, Madrid, 2008) y como cualquier persona con sentido común puede entender, si aceptamos esa “comunidad de iguales”, hay que llegar a las últimas consecuencias. ¿Cómo podemos hacerles comprender a esos simios sus derechos y deberes fundamentales, frente a otros de sus iguales, humanos o simios? ¿Qué pasa cuando es el simio el que atenta contra la vida, la salud o la libertad de un humano o de otro simio? ¿Deberá ser llevado a juicio y nombrarle un abogado defensor? Si fuera condenado (¡!), ¿debería compartir cárcel y celda con los humanos?… los lectores pueden añadir otras preguntas sin respuesta lógica.

Las personas tenemos el deber moral de conservar la naturaleza, incluyendo las especies vegetales y animales. No tenemos derecho a tratarlos con crueldad ni a destruirlos por capricho. Y eso, por ejemplo, tiene aplicaciones concretas, morales y legales, en el uso de animales para la investigación, tanto médica como veterinaria, ya sea en beneficio del hombre o de otros animales. Pero el Proyecto Gran Simio es algo muy diferente y disparatado. Si hiciéramos caso a Singer, un humano, por nacer o recién nacido, tendría menos derecho a la vida que un gorila adulto.

En mi “inmodesta” y molesta opinión, el señor Singer me parece -como diría un español castizo- un cantamañanas o algo mucho peor. Aunque algunos se esfuercen, los simios nunca tendrán libertad moral y no se comportarán como los humanos, aunque en cambio es cierto que aumentan los humanos que piensan y se comportan como los simios. En América Latina, por ejemplo, hay una larga tradición de gorilismo entre algunos militares; algunos de ellos llegan al gobierno incluso por la vía democrática, alguno se esfuerza por tratar a sus súbditos como si fueran chimpancés, aplastando sus libertades humanas y además sueña con crear un imperialismo gorilesco y antigringo.

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