¿El final de Hispanoamérica?

Juan Sebastián Squella R. | Sección: Historia, Política, Sociedad

El 12 de octubre se conmemoró una vez más el Día de la Raza. En dicha celebración, tan en boga durante las últimas semanas por su posible eliminación, para incorporar un feriado en homenaje a las iglesias evangélicas y protestantes, recordamos el descubrimiento de América.

Fue en el año 1492 cuando Cristóbal Colón, creyendo que llegaba a las Indias, pisó por primera vez territorio americano. Desde aquel momento la Providencia unió los destinos del reino español con las tierras descubiertas. Dicha unión trajo para los indígenas una elevación espiritual, moral y cultural. Mientras que para la nación española significó una gran oportunidad para poner en práctica su espíritu noble, a través de la misión de evangelizar. Hasta ese momento, el habitante de América vivía sumido en la barbarie, teniendo costumbres contrarias a su naturaleza. Con la llegada iluminadora de los españoles, los indígenas cambiaron los sacrificios humanos por el sacrificio de Cristo recordado en la misa, el canibalismo fue remplazado por la ley de amar al prójimo como a ti mismo, la oscuridad de sus ritos por la claridad del evangelio, el error por la Verdad…

Este proyecto fue defendido por los Reyes Católicos, quienes sabiendo que en el buen gobierno se jugaban su salvación, tuvieron como principal objetivo la evangelización del continente americano. Si se cometieron excesos, como ocurre la mayoría de las veces en toda empresa por muy noble que sea, estos en ningún caso podrían haber sido atribuidos a la corona, pues en ellos el fin misional y la dignidad de los indígenas fue una preocupación verdadera.

Aquel enriquecimiento que trajeron los españoles, más el elemento racial que nació de la conjunción de dos continentes, crearon aquello que conocemos como Hispanidad, donde lo que era un origen común se transformó en un proyecto de vida. En este propósito, la Catolicidad sin duda marcó un elemento central y unificador. Es este sentir Hispanoamericanista lo que recordamos en esta fecha, reflejado en una tradición común basada en la fe, en una mezcla espiritual y de sangre que formó la raza mestiza, en una lengua y en un amor por la Madre Patria.

Esta noble labor recibió ataques constantes de los enemigos de la Iglesia, quienes han tratado de tergiversarla a través de la denominada leyenda negra.

Sin embargo, hoy constatamos que son nuestros propios gobernantes quienes están en una campaña por desconocer nuestros orígenes y tradición cultural. Ellos encabezados por Chávez, seguidos por los inevitables Evo Morales y Daniel Ortega y acompañados por la sombra de la isla comunista, pretenden hacer “borrón y cuenta nueva” de nuestras raíces. Es así como aspiran fundar una Nueva América, donde el ideario marxista sea la explicación del proceso vivido en nuestro continente. Alegan que el indígena estuvo sometido al yugo opresor de la corona española, debiendo soportar graves sufrimientos e injusticias. Por ello plantean que América debe volver a fundarse, reconociendo ahora únicamente el aporte del indígena y desconociendo toda contribución de España, a la que califican como opresora.

Chávez llamó al Papa Benedicto XVI a disculparse públicamente por el comportamiento de la Iglesia y España en América. Además reemplazó el Día de la Raza por el “Día de la Resistencia Indígena”.

Otros, mediante discursos y reformas Constitucionales, pretenden dar a los llamados pueblos originarios un papel central en el nacimiento de nuestra cultura, negando a su vez cualquier influencia española.
Todos ellos olvidan que los españoles fueron conquistadores, pero conquistadores principalmente de almas, ya que clavaron la cruz de Cristo en los corazones de los indígenas, dándoles un sentido y proyección a sus vidas, que consistió en mostrarles el camino de la salvación (vida eterna).

Al negar el gran aporte de nuestra Madre Patria, se pierde aquel elemento unificador de las naciones Hispanoamericanas: el Catolicismo. Esta contribución, la más importante de España, pretende ser reemplazada por el aparato marxistas a través de su ideología. Así, nos hacen creer que el indígena vivía en un estado de naturaleza perfecto, del cual fue desplazado, oprimido y esclavizado por los españoles. Por ello, el nuevo elemento unificador de nuestro continente sería el firme compromiso con los principios de la revolución, donde la mayoría de nuestros gobernantes tienen algo que decir. No se salvan ni Bachelet ni Lula, tampoco Cristina. Evo, Rafael Correa y Hugo Chávez son paladines de dicha empresa y el compañero Fidel los acompaña en sus oraciones.

Frente a lo anterior no queda más que decir que este día es para recordar el pasado, ese glorioso momento en que se unió España con América, conformando aquello que llamamos Hispanidad.

Pero también es un llamado a actuar por un futuro mejor, y cumplir cabalmente con el calificativo que dieron los papas Pablo VI y Juan Pablo II a Hispanoamérica, al denominarlo el Continente de la Esperanza.




Juan Sebastián Squella es estudiante de Derecho en la Pontificia Universidad Católica de Chile.

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