Libertinaje, dulce fantasía

Gabriel Mario Castagneto | Sección: Sociedad

Libertinaje es definida por la Real Academia Española como: «Desenfreno en las obras o en las palabras.» Curioso… oír sobre frenos en ésta época, que precisamente no se quiere ni frenos ni límites de ninguna especie, pues dicen, muchos ilusos, que con hacer, decir o pensar cualquier cosa, se es realmente libre. Porque precisamente, repiten, se piensa que «cada uno tiene su verdad». Y en realidad, aunque les pese, no tienen ni la verdad ni la libertad.

Permítame explicarle: Se considera que existen como dos instancias o dos etapas en el ejercicio de la libertad. La primera es operativa, relacionada con la voluntad de «elegir» libremente. La segunda es de esencia, relacionada con el «ser» libre.

La primera etapa operativa, llamada también «libertad de indiferencia» o «libre albedrío», implica la elección de un determinado camino entre otros varios posibles. Y para que pueda suceder realmente, no tiene que existir «coacción», para que la voluntad «elija» y no esté determinada.

La segunda etapa llamada «libertad de autonomía», implica estar en el camino correcto y conseguir el objetivo para lo que la persona estaba destinada. Para lo cual, en éste caso, no tendría que existir «impedimento». Por ejemplo: ¿por qué decimos que una piedra cae libremente al vacío? Si no puede hacer otra cosa más que caer. Es que precisamente su destino de caer, no se encuentra impedido por nada.

Nótese bien la relación íntima entre las etapas, pues de la acertada o equivocada elección que hagamos en el primer ejercicio de nuestra libertad, dependerá después, conseguir ser libres realmente. Un ejemplo muy simple: Supongamos que estamos por atravesar un laberinto. Hay una sola salida. Pero desde la entrada, ya se nos presentan alternativas que podemos elegir. Alguna nos conducirá, por sucesivas elecciones a la salida. Pero la mayoría son caminos cerrados. Ahora dígame: usted elige libremente una opción que no le conduce a la salida sino a un encierro. Usted «eligió» libremente, pero, ¿es libre? ¿Salió del laberinto?

¿Cree que existe suficiente sano juicio en el mundo, como para que tantos «sepan» ser libres? Yo diría que no. Lástima. La ignorancia, es considerada uno de los impedimentos mayores para tener elementos de juicio correctos y poder ser libres. Muchos no tienen responsabilidad. Hacen lo que quieren. Y hay que comprender que «el hombre no es propiamente libre cuando hace lo que quiere, sino cuando quiere lo que debe, puesto que la esencia de la libertad no está en el hacer, sino en el querer». (Federico Suárez, La Puerta Angosta)

Dígame, sólo por poner unos poquísimos ejemplos: cuando se habla de libertad de expresión, la no censura, la no penalización del aborto o de la droga, no saber lo que son los límites en la educación, ¿no se está «endiosando» el poder elegir, más que pensar en «ser» libre? ¿Es que nadie puede tener razón, porque todos pueden opinar distinto?

Las verdades no son opiniones. Son. El que quiera discutirlas, que las discuta, pero no podemos dejar que un ignorante arrastre a otro ignorante que quiere dejar de serlo.

Las verdades tampoco implican mayoría, o «masa». No son un problema de cantidad, sino de calidad. Tampoco son un problema de «consenso», sino de lo que «debe ser». El que quiera masificarse, que se masifique, pero tampoco podemos dejar que un mediocre haga de los demás, pasto seco.

No podemos asustarnos al «someternos» a criterios adecuados y, se lo digo claro, suficientemente objetivos de las cosas y de los actos, ya que, esa aparente opresión de nuestra libertad, no es más que el camino acertado, la elección responsable que nos hace salir del laberinto de la vida. Recuerde que la sentencia «La verdad os hará libres», (Jn 8,32) no es más que la afirmación del camino responsable a seguir para descubrir la verdad sin ignorancias.

A los que tienen miedo de aprender a ser libres, con criterios que los guíen adecuadamente, les trataría de hacerles entender lo que dice Saint Exupery en «La Ciudadela»: «Porque se me ha enseñado que el hombre es en todo igual a la ciudadela. Destruye sus muros para asegurarse la libertad, y ya no es más que una fortaleza desmantelada y abierta a las estrellas. Entonces… comienza la angustia de no ser».

(*) Publicado en conoZe.com.

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