Fidelidad de los justos

Loreto Pollak | Sección: Historia, Política

Fue Edith Rindler rebelde. Estudió en la Bauhaus; aprendió de todo y comunismo a la vez. Cuando el terror nazi terminó para ella, viajó a una trampa peor. De porfiada que era se volvió a Praga con guagua en brazos; un niño de padre sin alma. Allá un día se desencantó y la cosa fue más triste. Murió triste, en el flagelo de quien descubre el engaño marxista. Con todo, a su hijo lo criaron y protegieron sus buenos amigos. Desprendidamente, nadie lo desamparó del bien. Fue ése el esmero de la fidelidad por hacer justo el dolor y sacar de él a un ser humano.

Edith Stein pudo haber escapado a Sudamérica porque se lo propusieron. Pero su Santa venia a la empatía pudo más, y sufrió lo suyo con los suyos.

Canta Gardel: “Verás que todo es mentira, verás que nada es amor, que al mundo nada le importa, gira, gira…” ¿Se equivocó Gardel?

Todos los sistemas totalitarios buscan lo mismo: hacer que el hombre se rinda ante el superhombre.
Irena Sendler salvó a 2.500 niños judíos, sacándolos de los ghettos de Varsovia con lo que tuviera, como pudiera. Su historia se mantuvo en el anonimato por causa del oscurantismo comunista, que la borró de los libros oficiales de historia. Cuando la Gestapo quiso sacarle información sobre el paradero de estos niños, la torturaron al extremo de romperle pies y piernas. Ni aún en esas circunstancias dijo dónde estaban. Tiene hoy 97 años y su vida valiente es honrada por, al menos, 5.000 agradecidas vidas más.

El que hubiera sido una para 2.500 le quita mérito a la desolada letra de Gardel. Porque el mundo es una generalidad abstracta, la persona es lo concreto. Si para uno todo es verdad, todo es amor, habrá miles más que dirán lo mismo. De ahí que “quien salva una vida, salva el mundo”.

Pudo Oscar Schindler haber sido condenado en virtud de su vinculación nazi. Pero las vidas que salvó le dieron la mejor defensa, laureando su nombre de muchas formas y ritos, porque una hazaña tal debe ser vitoreada por generaciones.

En Chile, a comienzos del Gobierno Militar, Alfonso Podlech, siendo Fiscal desde el año 1974, salvó vidas y respetó la dignidad de las personas. No resulta coherente el que alguien que siempre ha honrado la justicia, esté privado de libertad.

Y desmerece la vida de quienes salvó, el que ahora ellos no hagan lo debido. Se debe honor. Para no caer en indiferencia, para no girar y girar como trompos inútiles al por venir.

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