Lucha contra el SIDA: ¿Cuál es la forma más eficaz?

Luis Fernández Cuervo | Sección: Familia, Sociedad, Vida

Luis Fernández CuervoLa primera victoria contra el Sida la obtuvieron no los funcionarios de las Naciones Unidas ni los presuntos expertos que delinearon sus campañas. Llegó de la mano de los humildes: de la población negra de Uganda.

En 1991, Uganda tenía el 15 por ciento de su población infectada y en el año 2002 la cifra disminuyó al 5 por ciento. ONUSIDA reconoció que este descenso era “único en el mundo” y añadió que “Uganda está consiguiendo un efecto que se podría comparar a la “existencia de una vacuna eficaz en el 80 por ciento”. Hay otros ejemplos positivos en Senegal, Jamaica y República Dominicana, pero todos han sido causados por el “cambio de costumbres”, para reducir las personas con las que se practican relaciones sexuales y con el retrasar la edad en que se tiene la primera relación sexual. Últimamente, también otro país africano, Zimbabwe, según el detallado estudio que publicó la revista Science (2006; 311:664-6) siguiendo ese cambio de costumbres.

En la Conferencia Internacional del SIDA, en Bangkok, algunos criticaron el programa ugandés, diciendo que “No es políticamente correcto hablar en esos términos.” Típico de la mentalidad predominante en los altos poderes internacionales: no interesa lo que es verdad, ni lo que es mentira; ni lo que es bueno ni lo que es malo; lo que interesa es lo que política -¡y económicamente!- es productivo.

En noviembre del 2004, la influyente revista médica The Lancet publicó un documento firmado por expertos de treinta y seis países reconociendo algo que ya había se había aceptado en la asamblea de la ONU en el 2001: que la prevención contra el Sida se basa principalmente en promover la abstinencia sexual y la fidelidad conyugal. El texto estaba avalado por 150 especialistas y en él se sostenía que “ha llegado el momento de aunar esfuerzos para prevenir la transmisión sexual del VIH -el virus del Sida-”. “Debe ser prioritario promover la abstinencia o el retraso en el inicio sexual en aquellos que no hayan tenido aún relaciones, haciéndose hincapié en evitar los riesgos como la mejor forma de prevenir la infección y otras enfermedades de transmisión sexual, así como los embarazos no deseados.” Entre los firmantes destacaban: el presidente de Uganda, representantes del Banco Mundial, de cinco agencias de la ONU, del Fondo Global para la Malaria, la Tuberculosis y el Sida, y directivos de los programas contra el VIH en países muy afectados: como Etiopía, India, y Jamaica.

Y es que el fracaso de la “salud sexual y reproductiva” y su “sexo seguro” ha sido mundial, rotundo, estrepitoso, tanto en los países ricos como en los subdesarrollados.

Lo único que se discute es quien está a la cabeza del fracaso. Para algunos, Gran Bretaña es el país de Europa occidental con mayor tasa de embarazos de adolescentes, más de 40 por cada mil menores de 18 años. También los abortos en jóvenes han ido creciendo del 36% al al 46%, en Inglaterra y Gales. Canadá y Japón le siguen de cerca. En Estados Unidos sólo ha bajado en las crecientes campañas basadas en la abstinencia y fidelidad. Y todas esas desgracias no son porque falten los anticonceptivos, porque los hay en abundancia y la mayor de las veces, gratuitos.

Países más afines a nosotros, como Chile o España, también obtienen un fracaso rotundo, pese a la creciente oferta y uso de anticonceptivos. Ante el fracaso de los más tradicionales, en ambos países se pasó pronto a la propaganda y distribución fácil de los anticonceptivos de emergencia – Inyecciones o Píldoras del Día Después-. ¿Consecuencia? Creció la cifra de abortos, y en gente cada vez más joven.

Nadie duda de la eficacia de los anticonceptivos. No son ellos los que fallan, sino los que cometen el error de poner en ellos su seguridad. ¿Por qué fracasan entonces? Fracasan porque, como alguien dijo, “el 5 % de un millón -50.000- siempre será más grande que el 20% de mil -200-”. Eso quiere decir que las campañas del sexo seguro lo que consiguen, siempre, es que más gente se lance al relajo sexual, y por lo tanto los fallos –que los hay- se multiplican.

Ante estas verdades, los últimos acuerdos entre la Ministra de Educación y el Ministro de Salud, para insistir y reforzar la falsedad del sexo seguro; requieren una pública explicación convincente, porque, si no, motivan a sospechar, con fundamento, que han claudicado ante los poderosos negocios mundiales de los anticonceptivos, esos que producen lo que pretenden combatir.

Me alegro de que los nuevos textos de educación sexual tengan el visto bueno de la Iglesia Católica y espero que también de otras confesiones cristianas. Es importante porque, como declaró el PNUD hace tiempo, el desarrollo debe estar de acuerdo con los valores culturales de cada país. Y este es un país mayoritariamente cristiano.

Contra una buena educación sexual conspiran muchos intereses turbios, económicos, políticos e imperialistas, como ya hemos denunciado repetidas veces. Y es de ese tipo de gente de donde han venido los ataques injustos contra la Iglesia Católica, acusándola de ser enemiga del uso del condón para la prevención del SIDA. De lo que la Iglesia es enemiga es de la fornicación o de cualquier otro pecado sexual, ya sea con condón o sin él. Habría que añadir que igual postura debe tener todo buen cristiano no católico y todo judío practicante de su religión, pues para todos rige el mismo mandamiento del Decálogo: “el sexto mandamiento, no fornicar.”

Pero también toda persona honesta, con sentido común y experiencia de la vida, aunque no crea en ninguna religión ni en Dios, sabe que del libertinaje sexual no se deriva ningún bien, ni individual ni social. Y ello porque, la experiencia de siglos, a lo largo de la historia universal, ha visto la actividad sexual fuera del matrimonio, como causa de muchos males y como un vicio, no como un valor.
Lujuria sexual siempre ha habido y según qué culturas, qué tiempos y qué países, se ha tomado hacia ella, actitudes algo distintas, desde puritanismos estrechos y contraproducentes, hasta tolerancias más o menos amplias. Pero nunca se le dio a ese vicio -ahora bajo la máscara de “salud sexual y reproductiva”- la categoría de un derecho, como hoy pretende imponernos, para todos los países, la dictadura demográfica.

¿Qué ha hecho la Iglesia Católica ante la epidemia de SIDA? Acudir, la primera en el mundo, a atender a los enfermos de esa pandemia. Si no recuerdo mal, cuando todavía cundía el terror disparatado ante esos enfermos, como si contagiaran con sólo hablar o dar la mano, fue la Madre Teresa de Calcuta la primera que se apresuró a abrir en EE.UU. un centro de atención a este tipo de enfermos. Hoy día, LA IGLESIA CATOLICA ATIENDE A UNO DE CADA CUATRO ENFERMOS DE SIDA. Lo hizo desde un principio, y lo sigue haciendo, sin discriminación alguna, sin tratar de imponer su fe y además negando la interpretación de los que ven el Sida como un castigo divino. “Dios no castiga a sus hijos con enfermedades”, dice la Iglesia, citando a Juan Pablo II.

En ese consenso mundial de noviembre de 2004 -firmado por más de 140 autores, incluidos diversos profesores de universidad y autoridades de trabajo contra el sida- para promover la estrategia “ABC”: A de Abstinencia, B de Be faithful (fidelidad) y C de Condón, por este orden, reservaban el condón para las prostitutas y los miserables que son incapaces de vivir la abstinencia o la fidelidad. Hubo una referencia explicita y positiva para las organizaciones religiosas por su lucha contra el Sida. Los firmantes eran de todas las ideologías, pero la evidencia científica del triunfo del plan de Uganda contra el SIDA les ayudó a llegar a un acuerdo común.

Y el héroe anónimo de ese triunfo de Uganda es una médico y monja católica llamada hermana Miriam Duggan. Ella desarrolló un programa llamado “Educación para la Vida”, que alienta a las personas a vivir la abstinencia sexual antes del matrimonio y la fidelidad dentro de él. Ese es el programa que triunfó en Uganda. “Enfatizamos el aspecto de la libertad como parte de ellos, y que pueden usarla para protegerse”, dice Andrew Shjngange, otro educador en ese programa.

Después el obispo Hugo Slattery, de la diócesis de Tzaneen (Sudáfrica), ha hecho un documental titulado “¿El cambio ya empezó?” donde cuenta la historia de la hermana Miriam y explica su programa. Slattery señala con certeza que el Sida es “una amenaza para toda la civilización, es una amenaza para nuestro futuro, es un asunto que nos mueve a preguntarnos: ¿habrá nuevas generaciones aquí en el futuro?” Y acusa al mundo occidental de “estar estorbando severamente los esfuerzos de los países africanos para manejar efectivamente el VIH/SIDA”.

Tiene razón: Estamos hechos para que en nosotros triunfe lo mejor del espíritu sobre lo peor del animal que todos llevamos dentro. O dicho de otro modo: la educación sexual, o es educación moral, dentro de la afectividad, orientada al verdadero amor y al matrimonio fiel, o sólo son técnicas para proteger y extender el vicio y la brutalidad.

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